La mayoría de españoles se sorprendería si supiera que nuestro
ordenamiento jurídico no define con claridad qué requisitos debe cumplir un
“Estado Democrático de Derecho”, por lo tanto, todas nuestras leyes no pueden
regirse por ese Estado Democrático de Derecho.
Un Estado Democrático de Derecho es, digámoslo así, un sistema basado
en el sufragio universal, la separación de poderes y la rendición de cuentas
del Gobierno ante el Parlamento. Sin embargo, en España no se cumple ninguna:
el sufragio universal es un fraude, la separación de poderes no existe y el
Gobierno gobierna mayoritariamente a base de decretazos.
El artículo 1.1 de la Constitución Española dice: “España
se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad
y el pluralismo político. Por cierto, todo mentira.
La Constitución Española, como casi todas las
constituciones del mundo, fue redactada laxamente para permitir a cada partido
político que la interprete y acomode a su gusto cuando llegue al gobierno.
Todas las leyes aprobadas por el Parlamento Español son, de hecho, nulas
de pleno derecho, dado que han sido aprobadas irregularmente por disciplina de
voto. Y es que los mismos políticos son tan ignorantes, que no saben que así lo
dice la propia Constitución.
El artículo 67.2 de la Constitución Española establece que “los
miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”,
lo que conlleva a que los diputados y senadores deben actuar libremente y no
obedecer ningún mandato por parte de nadie. Por lo tanto, todas las leyes que
se hayan aprobado por disciplina de voto (que son todas) son ilegales y nulas.
Como todos sabemos, los diputados son elegidos en las urnas en una
lista cerrada elaborada por el jefe del partido. Y cuando estos diputados votan
en el Parlamento, no lo hacen libremente en función de sus compromisos con los
votantes o de sus principios y valores, sino que votan lo que les ordena su
jefe. Por lo tanto, toda ley que haya sido aprobada mediante la disciplina de
voto queda nula de pleno derecho, ya que vulnera el artículo 67.2 de la
Constitución Española, como acabo de exponer.
Pero la piedra angular de cualquier Estado Democrático de Derecho es la
separación de poderes, y en España esto no se da. De hecho, la UE lleva más de
una década advirtiéndonos de ello y amenazando (eso sí, con la boca pequeña)
con tomar medidas. De por sí, la separación de poderes ni siquiera está contemplada en la
Constitución. Y aunque muchos “expertos” dicen que está implícita en los
artículos que delimitan los poderes del Legislativo, Ejecutivo y Judicial, lo
cierto es que estas afirmaciones hacen aguas por los cuatro costados.
Aquí la única realidad es que, una vez que el ciudadano ha ejercido su
derecho a voto, es el Legislativo (Congreso y Senado) quien elige, directa
o indirectamente, tanto al Ejecutivo como al Judicial (el
100% del poder Ejecutivo
y el 100% de las máximas autoridades del Judicial son elegidas por el Legislativo).
Esto supone la acumulación de todo el poder en un partido político (mejor
dicho, en el jefe de ese partido político, que suele ser el Presidente del
Gobierno) incurriendo en un gravísimo conflicto de intereses.
Y aquí lo tenemos: un clásico Juan Palomo, “yo me lo guiso, yo me lo
como”. Así que, diputados y senadores harán con nosotros lo que les venga en
gana: freírnos a impuestos, malgastar y robar el dinero público, etc. Y en el
caso de ser pillados infraganti, con las manos en la masa, si no les cubre su
aforamiento sacarán de la chistera nuevas leyes que les protegerán.
Lamentablemente, nuestros representantes son tan catetos e ignorantes
como nosotros. Por lo tanto, tampoco conocen -ni quieren conocer- nuestro
ordenamiento jurídico. Lo único que les interesa es la remuneración monetaria
del cargo y los privilegios que conlleva, nada más. Y los que son perfectamente
conocedores de la inexistencia de la separación de poderes, fingirán que todo
está bien, no vaya a ser que el “populacho” se dé cuenta de que esto no es una
democracia y exija que se desmonte el chiringuito.
En España, nuestro actual marco constitucional impide la autonomía del
poder judicial. Y, ¿por qué? pues para asegurarse de que no exista la igualdad
de todas las personas ante la ley, cosa a la que siempre hacen referencia
nuestros políticos, pero que sin la separación de poderes es imposible
garantizar.
En resumen, una mayoría parlamentaria, a las órdenes de un dictador
(Presidente del Gobierno, del color que sea) controla el Legislativo, el
Ejecutivo y el Judicial. Pero lo peor de todo, es que este dictador es una
simple marioneta a las órdenes del poder global del dinero: trabaja para ellos,
no para nosotros.
Después de ver lo que está pasando en España (inmigración ilegal
masiva, destrucción del sector primario, desmantelamiento del tejido
industrial, subida constante de impuestos, concesiones a los separatistas,
etc.), yo me pregunto: ¿habrán recibido nuestros políticos la orden de destruir
España? Si no es así, no sé entonces a que viene lo que dijo Arnaldo Otegi
(político de la izquierda abertzale vinculado a ETA): “Para que algún día
España sea roja, republicana y laica, esa España tendrá que estar anteriormente
rota”.
Dicho esto, todo parece indicar que esta partitocracia no parará hasta
hacer añicos el país. El esperpéntico espectáculo en el Congreso de los
Diputados, del día 9 de julio de 2025, lo dejó meridianamente claro: estamos en
manos de personas corruptas, mentirosas, rencorosas y maliciosas. Estas
personas lo único que están haciendo es atizar el odio entre las dos Españas de
la dictadura franquista, que ellos mismos siguen empeñados en mantener (ya
sabes, el divide y vencerás que tan bien les funciona). Porque, ¡señores! Recordemos
que Pedro Sánchez no es exclusivamente el Presidente de sus votantes, es el
Presidente de todos los españoles. Por lo tanto, tiene el deber de respetar a
todos por igual, y dejar de insultar a aquellos que no le han votado
tratándoles de fascistas o ultra derechistas. Y lo mismo hace la oposición,
tachando de rojos de mierda o vendedores de patrias a todos aquellos que no le
votan.
Seamos inteligentes por una vez en nuestra vida. Un país debería
gestionarse lo mismo que una empresa. Y si nosotros somos los accionistas de
esa empresa; es decir, los dueños, deberíamos poner al mando a las mejores
cabezas del país. Y si no dan la talla o no son honestos, fulminarlos de
inmediato.
Definitivamente, este país nunca tuvo una democracia, sino una partitocracia derivada a una autocracia. Y mientras la gente no entienda esto, seguirá votando, elección tras elección, a los gatos negros, a los gatos blancos o a los gatos pardos, sin darse cuenta de que nosotros somos ratones. ¿No te has parado a pensar qué hacemos ratones votando a gatos? Pues deberías hacerlo.
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ResponderEliminarImpresionante reflexión, añadir unos de mi "comentarios" sería estropear el momento, dejaré solo una frase con tu permiso; La muerte le pregunta a la vida: ¿por que a mi todos me odian y a ti todos te aman?
La vida responde; por que yo soy una bella mentira y tu eres una triste realidad.
Un abrazo.