18 noviembre 2024

NOS ENCAMINAMOS IRREMISIBLEMENTE HACIA UNA PRISIÓN BIOMÉTRICO-TECNOLÓGICA-DIGITAL

En el transcurso de mi vida, he tenido el privilegio -o la desgracia, según se mire- de ser testigo de la evolución tecnológica más brutal llevada a cabo en la historia de la humanidad. Paulatinamente, he visto cómo hemos ido pasando de la regla de cálculo a las primeras calculadoras programables, los ordenadores personales, Internet, los teléfonos móviles, el 3G, 4G, 5G, hasta llegar a la inteligencia artificial (IA).

Sin embargo, lo que nunca hubiera imaginado es ver en pleno siglo XXI a toda una generación de “millennials” (conocidos como “nativos digitales”) volverse inútiles y totalmente dependientes de la tecnología digital para todo, incluso para el desarrollo de las relaciones humanas, por cierto, ya no tan humanas para ellos.

Siento decirlo, pero de seguir las cosas por el cauce que van, no tardando mucho el ser humano vivirá permanentemente esclavizado a la tecnología, si es que no lo está ya.

Que la tecnología e Internet han cambiado el mundo es un hecho. Hoy en día con un teléfono móvil conectado a Internet se puede hacer casi de todo. Y aunque bien es verdad que esta tecnología ha contribuido a mejorar la vida de la gente, sin embargo, tiene su lado oscuro.

Según los estudios realizados, la capacidad de atención, a raíz del uso de teléfonos móviles e Internet, se ha reducido en los países occidentales de una manera alarmante. Las investigaciones apuntan que la persona promedio ahora pasa entre 2 y 4 horas al día mirando su teléfono móvil. Si a eso le sumamos las horas de trabajo delante de un ordenador y las que pasamos ante el televisor, la cosa se puede poner en 10 ó 12 horas diarias mirando pantallas, lo que supone, nos guste o no, que estamos viviendo la vida a través de una pantalla.

Pero lo peor de todo, es que las personas que tienen acceso instantáneo a estas tecnologías están siendo zombificadas y no parecen darse cuenta. Esto no es ninguna exageración, ya que para estas personas interactuar con otros seres humanos sin Internet, teléfonos móviles, redes sociales, etc. se ha vuelto impensable.

Aunque hoy en día la vida de todos nosotros ya está controlada por una pléyade de instituciones nacionales y supranacionales, sin embargo, en un futuro no muy lejano todo, absolutamente todo, será controlado exhaustivamente por la IA.

La humanidad está siendo conducida gradualmente hacia el control total en todos los ámbitos. Si seguimos consintiendo el uso creciente de los datos biométricos, la tecnificación de las cosas más simples y la digitalización de todo nuestro entorno, llegaremos a vivir en una prisión biométrico-tecnológica-digital.

Esto, que a priori parece una secuencia sacada de una mala película de ciencia ficción, cada día está más cerca. Sin ir más lejos, el banco JP Morgan Chase planea introducir en 2025 un sistema de pago biométrico que permita hacer compras sin efectivo ni tarjetas de crédito. Todo lo que se tiene que hacer es aceptar que la palma de la mano o la cara sean escaneadas al entrar en la tienda, y listo. ¡Increíble! ¿Verdad? Bueno pues seguro que a algunos les parecerá estupendo.

La tecnología biométrico-tecnológica-digital, que combina datos biométricos, herramientas tecnológicas avanzadas y almacenamiento digital, no representa tanto una oportunidad como un riesgo significativo para la humanidad.

El primer gran riesgo es la vulneración de privacidad. La recolección de datos biométricos implica el acceso a información sumamente personal y difícil de cambiar como el rostro, la huella digital o el iris, los cuales pueden ser almacenados en bases de datos masivas. Esto hace que sea casi imposible preservar la privacidad total de un individuo.

Evidentemente, los gobiernos podrían utilizar estos datos -sin nuestro consentimiento- con fines de vigilancia, discriminación o incluso manipulación, desapareciendo para siempre el anonimato y el derecho a la privacidad.

Por otra parte, los datos biométricos, a diferencia de las contraseñas, no se pueden cambiar. Por lo tanto, si un sistema de almacenamiento es hackeado, no existe forma de revertir o asegurar la identidad de esa persona sin sustituir el dato biométrico comprometido.

Está claro que este tipo de tecnología es la herramienta que el poder estaba esperando como agua de mayo: permite un nivel de monitoreo sin precedentes, limita las libertades individuales y reprime la disidencia.

La recopilación y el análisis masivo de datos biométricos proporcionará a los gobiernos un control absoluto de la sociedad, además de la capacidad de manipular pensamientos y comportamientos. Esto podría usarse para orientar campañas políticas, influir en procesos electorales o tomar decisiones encaminadas a mantener en la ignorancia al “populacho”. Por cierto, ¿esto no está ocurriendo ya?

Una vez que la tecnología biométrica se generalice, la sociedad aceptará como “normal” un nivele de vigilancia y control cada vez mayor, llegando a desaparecer la conciencia sobre los derechos, la privacidad y la autonomía personal que el ser humano tuvo en el pasado.

Resumiendo. La tecnología puede facilitar enormemente la vida de las personas en términos de comodidad, pero los riesgos de abuso y de violación de derechos fundamentales son excesivamente altos. De hecho, la implementación de esta tecnología exigiría un marco regulatorio tan robusto, transparente y ético, que es prácticamente imposible equilibrar sus beneficios con la protección de los derechos y libertades individuales. Por consiguiente, si esta tecnología sigue extendiendo su poder por el mundo, convertirá el planeta en una prisión biométrico-tecnológica-digital: una cárcel sin rejas de la que nadie, nunca jamás, podrá escapar.

¿Verdaderamente queremos esto? 

08 noviembre 2024

DANA, DANA, QUE HACE LO QUE LE VIENE EN GANA

En primer lugar, pido disculpas por si alguien se siente ofendido al haberme tomado la licencia de titular este artículo haciendo un juego de palabras con parte de la letra de la canción de Cecilia “Dama, dama” (para quien no lo sepa, Cecilia fue una cantante española que falleció en un accidente de tráfico la madrugada del lunes 2 de agosto de 1976, cuando regresaba a Madrid después de un concierto en la sala Nova Olimpia de Vigo).

Lo de la DANA (acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos), antes llamada “Gota Fría”, que ha dejado a mucha gente del Levante español sumida en la más deplorable indigencia, es otra evidencia más de que en el mundo están ocurriendo demasiadas cosas extrañas -muy continuas- para ser naturales, casuales o accidentales.

Y es que, en lo referente al clima, estamos hartos de ver cada día nuevos episodios meteorológicos que baten todos los records: el huracán más potente de la historia, la ola de calor más larga y calurosa, y ahora la DANA más mortífera e insólita de todos los tiempos.

Y esto no sólo lo digo yo, sino que también lo dice el Dr. JJ González Alemán (Dr. en Física y Meteorólogo e Investigador de la AEMET): “Si ya era un evento extraordinario, la persistencia de esta DANA, que no para de generar un impacto muy alto, hoy también, sí que está adquiriendo tintes raros. Hace falta estudiarlo, pero las sospechas de que hay algo detrás de este extraño comportamiento son robustas. Su intensidad, pero sobre todo su persistencia, es motivo de análisis profundo”.

¿Qué está insinuando este señor? ¿A qué se refiere con eso de que hay sospechas de que hay algo detrás de ese extraño comportamiento? Una de dos, o bien se refiere a que el clima ha sido manipulado o, como es de esperar de un tipo que trabaja para AEMET, que esto se ha producido a consecuencia del llamado “cambio climático”.

Echar la culpa al cambio climático antropogénico de lo que ha sucedido en Valencia es, además de mezquino, la ESTUPIDEZ MÁS GRANDE que he oído en mi vida.

No voy a discutir aquí si la “Gota Fría” se ha originado de forma natural o si ha sido “ayudada” por alguna tecnología que desconocemos. Pero lo que sí que voy repudiar es la inmundicia de algunos, que utilizando este daño pretenden sacar réditos políticos y, sobre todo, afianzar la ideología del “cambio climático” como la mayor amenaza que existe actualmente sobre el planeta.

Todas las respuestas dadas por el Gobierno, las instituciones y, sobre todo, los medios de comunicación han ido en esa dirección: culpar de lo ocurrido al “cambio climático”. ¡Vaya un descubrimiento! Evidentemente, el clima cambió, y de un Sol radiante pasó a nublarse y descargar cantidades ingentes de agua. En fin, lo normal de toda la vida, ya que el clima, desde que el mundo es mundo, cambia constantemente.

Ahora bien, echar la culpa de lo sucedido a ese “cambio climático” que nos quieren vender, el que según ellos es provocado por el CO2 emitido a la atmósfera como consecuencia de la actividad humana, es una fantasía ridícula que no se sostiene, pero que, sin embargo, genera pingües beneficios.

No soy ningún experto climatólogo ni nada que se le parezca, pero sí tengo ojos, oídos y algo de sentido común, por cierto, como el resto de los mortales. Y lo que ha pasado en Valencia, se mire por donde se mire, no debería haber ocurrido en pleno siglo XXI, aunque, por desgracia, venga siendo lo habitual en el Levante español desde tiempos inmemoriales.

España -país de sequias prolongadas e inundaciones esporádicas-, es hidráulica, hidrológica e hidrogeológicamente hablando uno de los países más preparados del mundo, con unos técnicos excepcionalmente acreditados en la materia.

Ahora vienen las lamentaciones, pero la realidad es que esta tragedia se sabía que tarde o temprano iba a ocurrir, por lo tanto, se podría haber evitado. Así que el discurso, hartamente explotado, de echar la culpa de lo sucedido al “cambio climático” no sólo no es válido en este caso, sino que es repugnante.

La zona del Levante español está hartamente estudiada. Los modelos sobre inundaciones existen desde hace tiempo y son cada día más exhaustivos. Sin embargo, parece que los políticos que tienen que tomar las decisiones de acometer las infraestructuras necesarias para que esto no ocurra no están interesados, ya que son planes a largo plazo y no dejan réditos electorales.

Sin entrar en detalles, hay dos factores clave de por qué ha sucedido esta catástrofe: una, por el desmadre de asentamientos perpetrados en las últimas décadas en una zona no apta para ello, debido al índice elevado de riesgo por inundaciones. Y otra, por la falta de infraestructuras para paliar las constantes riadas. Y esto se sabe desde hace tiempo.

Sin embargo, los medios de comunicación en vez de hacer hincapié en pedir responsabilidades a nuestros políticos, por el constante abandono de sus responsabilidades como gestores, están erre que erre echando la culpa de lo sucedido al “cambio climático”. Con una retahíla de sandeces sobre la DANA, y haciendo lo que siempre hacen (acojonar al “populacho”), por cierto, de una manera magistral (lógico, tienen mucha experiencia), están preparando a la gente para los cambios que van a llegar. Pero esos cambios no serán en la dirección correcta (acometida de infraestructuras, regulación de asentamientos, etc.), sino restrictivos, que es lo único que saben hacer los políticos corruptos. Y es que, como era de esperar, el Gobierno ya ha anunciado que se modificarán e implementarán nuevas leyes y todo un abanico de nuevas medidas que le brinda el suculento negocio del “cambio climático”. Evidentemente, esto supondrá más pérdida de derechos, subida de impuestos y todo un elenco de nuevas restricciones.

¿Pero qué clase de personas nos gobiernan? Ni un solo político, ni del PP ni del PSOE ni de Sumar ni de VOX, tiene las manos limpias en esta tragedia. Estos parásitos nunca han hecho nada por nosotros y nunca lo harán. Así que mientras la gente no se dé cuenta de que la partitocracia es el mayor de nuestros males nada va a cambiar y seguirán ocurriendo cosas como esta.

Pero me temo que por muchas DANAs, muchas pandemias y muchas crisis de cualquier índole el “populacho” no aprenderá y seguirá votando a políticos trepas sin escrúpulos, que sólo están al servicio del poder global del dinero.

Mis más sinceras condolencias a todos los afectados por esta tragedia que, no me cabe la menor duda, se podría haber evitado. Y lo saben. 

NOS ENCAMINAMOS IRREMISIBLEMENTE HACIA UNA PRISIÓN BIOMÉTRICO-TECNOLÓGICA-DIGITAL

En el transcurso de mi vida, he tenido el privilegio -o la desgracia, según se mire- de ser testigo de la evolución tecnológica más brutal l...