A lo largo de la historia de la humanidad siempre ha
habido psicópatas que ansiaban dominar el mundo. Desde siempre, los diferentes imperios han ido sucediéndose unos a
otros, basando su poder en ejércitos que reprimían todo atisbo de insurrección
mediante la violencia. Sin embargo, en
los últimos 50 años las cosas han cambiado una barbaridad. Y es que la llegada
de las nuevas tecnologías ha proporcionado al poder sistemas de control inimaginables.
La
población mundial ha ido creciendo de una manera ordenada hasta la llegada del
siglo XX, donde el crecimiento poblacional se desmadró. Evidentemente, este
crecimiento supone una amenaza cada vez mayor para el poder: cuanta más gente a controlar,
mayor es el riesgo de una resistencia a gran escala.
Esta
circunstancia ha hecho que el poder haya acometido dos estrategias
fundamentales: la primera, dejar de estar en primera línea para pasar a actuar
entre bastidores. Y la segunda, y más audaz, inculcar en las masas la ilusión
de que son ellos los que están al mando, inventando las democracias.
Al actuar
entre bastidores, los verdaderos gobernantes pueden protegerse de la ira del
“populacho” y redirigirla hacia los gobiernos títeres de turno que ellos mismos
han colocado.
En lo que a nosotros respecta, decir que nuestras naciones
están gobernadas por gobiernos elegidos “democráticamente” por nosotros, es la
mayor mentira que existe en el mundo actual.
El gobierno representativo es una trampa, un
artificio político diseñado para ocultar a las masas el verdadero dominio de
una clase dirigente, que lleva perpetuándose en el poder desde tiempos
inmemoriales.
Lo
que la mayoría de la gente elige voluntariamente, y lo que la mayoría de la
gente vota, no es otra cosa que ser dominado, controlado, ultrajado explotado,
engañado, vilipendiado y esclavizado por una estirpe de políticos parásitos oportunistas,
que sólo sirven a los intereses de ese poder en la sombra.
¿Te
has preguntado alguna vez por qué la gente tiene esa obsesión por tener un amo?
¿Es por ignorancia, cobardía, sumisión o miedo? Probablemente sea por todas
estas cosas a la vez y muchas otras más, aunque la realidad es que nos lo
inculcaron desde la más tierna infancia en eso que llamamos escuela. Y aunque bien es verdad que en la escuela
aprendemos algunas cosas útiles para la vida cotidiana, sin embargo, su misión
principal es hacer gente sumisa y obediente.
Para
seguir controlando el mundo bajo el anonimato el poder ha creado para sí mismo
los llamados “estados soberanos”: una pequeña área que no está sujeta a las
leyes del país que ocupa y es, en esencia, intocable.
Existen
actualmente tres “estados soberanos” desde donde el gobierno en la sombra
ejerce su poder: el Banco de Pagos Internacionales (BPI), la CITY de Londres y
la Ciudad del Vaticano.
El BPI supervisa más de 50 bancos centrales, lo que
le convierte en una de las entidades financieras más poderosas del mundo. Se transformó en una entidad
soberana e intocable en 1987, mediante el Acuerdo de Sede negociado con el
Consejo Federal Suizo. Este acuerdo incluye inmunidad e inviolabilidad total.
Un segundo “estado soberano”, aún más poderoso que
el BPI, es la CITY de Londres: un área de una milla cuadrada, en el corazón de
la ciudad de Londres, que tiene su propia soberanía y autogobierno y que, de
hecho, gobierna sobre la mayor parte del planeta.
Y el tercer “estado soberano” más importante del
mundo es, sorprendentemente, la Ciudad del Vaticano. Si bien el Vaticano se
presenta ante el mundo como una institución religiosa, que lo es, en realidad
también es la cabeza de la red financiera mundial. La
mayoría de la gente no sabe que no hay un solo Papa, sino que en realidad hay
tres: el Papa Blanco, el Papa Negro y
el Papa Gris. El único que trasciende al público es el Papa Blanco,
Francisco, pero poco o nada sabemos de los otros dos. Sólo que el Papa Negro,
Arturo Sosa, es el líder de los jesuitas y que el Papa Gris, Pepe Orsini, es la
cabeza de la llamada Nobleza Negra (por cierto, los Orsini, la familia italiana
más poderosa de la historia, fueron los creadores, en 1524, del Banco de Giro,
primer banco central).
Vivimos en una farsa permanente, donde el gobierno
juega constantemente con nosotros: nos hace creer que somos libres, cuando en
realidad no hay libertad que valga si dependemos del gobierno para todo. De
hecho, el gobierno puede hacer con nosotros lo que quiera: confiscarnos las
cuentas bancarias, expropiar nuestras propiedades, experimentar con nosotros,
meternos en la cárcel e incluso eliminarnos.
Nacemos
dentro de un sistema del que no se nos permite salir. Evidentemente, dentro del
sistema el gratis total no existe, por lo tanto, necesitamos dinero para poder
subsistir. Ese dinero lo podemos conseguir, y de hecho lo conseguimos, esclavizándonos
a un trabajo de por vida (por cierto, de ese dinero el Estado se queda más del
50%). Y todo esto porque el sistema, a través de la “educación” y el entretenimiento,
ha hecho de nosotros una panda de ignorantes débiles mentales (esta realidad
sólo es reconocida por unos pocos).
Lamentablemente,
por muy frustrante que esto nos parezca no es nada en comparación con lo que
está por venir, ya que nunca se nos ocurrió pensar que la búsqueda de la
comodidad nos llevaría a una vigilancia sin precedentes.
Con
la aparición y despliegue de las increíblemente poderosas nuevas tecnologías de
vigilancia y control en todo el mundo, los verdaderos gobernantes ya pueden esclavizar
por completo a cada habitante de la Tierra. La identificación digital, las
CBDC, el pasaporte de vacunación, el crédito social, la huella de carbono, la
inteligencia artificial y un larguísimo etcétera harán que sea imposible salir
de la Matrix, asegurándose de que nunca más el “populacho” se revele. En
definitiva, el sueño húmedo de la élite hecho realidad.
Un futuro distópico que no entendemos y que nos produce ansiedad está a punto de llegar, donde la libertad y la privacidad pararán a ser reliquias del pasado. Lo paradójico, es que está provocando un increíble despertar masivo de personas inteligentes que han empezando a descubrir cómo funciona el mundo. Sólo necesitamos un poco más de tiempo, bastante paciencia y mucha constancia para ir despertando al resto. La pregunta es: ¿llegaremos a tiempo? Aunque me parece a mí que la pregunta clave es: ¿la gente realmente quiere despertar o prefiere seguir como está?
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