La sociedad, plagada de estúpidos ignorantes, se ha acostumbrado a
creer todo aquello que sale de la boca de los políticos y sus putas mediáticas,
aunque la historia demuestre que la mayoría de las veces son sólo falacias para
acometer algún fin (recuerda las inexistentes armas de destrucción masiva que
dieron origen a la guerra de Iraq).
Hace cinco años -casi desde el mismo día en que comenzó la estafa de la
falsa pandemia- este blog (mejor dicho, el anterior, censurado en octubre de
2024) denunció, por activa y por pasiva, el esperpéntico relato que nos
contaban a diario los medios de comunicación.
En aquel momento el peligro era un coronavirus mortal que podía
acabar con la humanidad. Hoy en día el peligro es Putin y su supuesto afán
expansionista.
Si recuerdas, para implementar la existencia de la falsa pandemia se llevó
a cabo la mayor campaña propagandística de la historia. Es de esta manera cómo
se hizo creer a las masas aterrorizadas el peligro extremo de una enfermedad
bautizada con el nombre de Covid-19. Pues bien. Ahora está ocurriendo lo mismo,
sólo que esta vez la amenaza viene del “malvado” Putin y su supuesta intención
de invadir Europa.
¿Alguien en su sano juicio se puede tragar semejante estupidez? Mucho
me temo que sí, ya que a algunos no se nos ha olvidado la trágala de la falsa
pandemia hace tan solo 5 años.
Todos los días los medios de comunicación no hacen otra cosa que
asustar a la gente con el peligro inminente de una guerra UE-Rusia. Incluso
Bruselas ha recomendado a los hogares europeos que tengan un kit de
supervivencia por si llegara una crisis bélica o climática. Sin embargo, espero
que después de lo que pasó en 2020 la gente haya aprendido la lección y no se
deje engañar de nuevo tan estúpidamente, ¿o sí?
Veamos. Rusia, con 17,1 millones de Km2, es con diferencia
el país más grande del mundo, lo que supone que es 33,7 veces el tamaño de
España (506.030 km2). Su vasto territorio contiene una riqueza
colosal. Entre los recursos naturales que posee es especialmente rica en carbón,
petróleo, gas, hierro, níquel, aluminio, cobre, uranio, bauxita, oro, diamantes
y platino.
Sin embargo, pese a ser un gigante geográfico tiene una población relativamente
pequeña para su tamaño: “sólo” 144 millones de habitantes. Es decir, el triple
de población de España para un territorio 33,7 mayor.
Por otro lado, aunque desde el desmembramiento de la antigua Unión
Soviética su nivel de vida ha mejorado, aún deja mucho que desear. Si a esto le
sumamos que los rusos, como los occidentales, tienden a tener pocos hijos, es
fácil de comprender que el cacareado expansionismo ruso, que supondría un costosísimo
sacrificio en vidas humanas y recursos, es a todas luces una locura.
Contrariamente a la propaganda occidental, sobre la amenaza
expansionista de Putin, la realidad es que los rusos siempre han demostrado un
gran interés en llegar a acuerdos con la UE.
Para cualquiera que haya seguido las políticas del Kremlin, sabrá que
Putin siempre estuvo dispuesto a un acercamiento con Europa (lo natural por
proximidad geográfica) en el que todos saldríamos ganando (menos EEUU,
evidentemente). Para demostrar su buena voluntad, Rusia ha suministrado gas y
petróleo a Europa a un precio muy competitivo, además de permitir que un gran
número de multinacionales se instalaran en el país. Con ello Putin intentaba
romper el plan norteamericano destinado a impedir la unidad “euro-rusa”,
considerada fatal para los intereses de EEUU.
El tipo de relación que Rusia quiere establecer con Europa es la misma
que ya tiene con China o con los BRICS: una cooperación económica donde todos
se benefician.
Sin embargo, la aberración de la UE de jugar a la guerra, unido al
cinismo de EEUU, que está utilizando su supremacía para seguir sometiendo a sus
“aliados” a sus intereses, podría conducir a un desastre monumental. O al menos
es lo que nos quieren hacer creer
La amenaza rusa, puramente ficticia, es dramatizada día tras día en los
medios de comunicación. Tanto, Sánchez, Macron, Von der Leyen y compañía
mienten descaradamente, ya que Rusia no es en absoluto una amenaza para Europa.
Al contrario, podría -y de hecho debería- convertirse en su mejor aliado.
Está claro que para ocultar esta realidad a los europeos, o mejor dicho
para transformarla en lo opuesto, se necesita una propaganda machacona, retorcida
y torticera: una propaganda similar a la que se llevó a cabo con el Covid-19.
La única realidad aquí, es que esta nueva amenaza -aberrante en todos
los aspectos- no es más que otra herramienta (de momento de distracción) para continuar
con la destrucción de la economía de la UE y la pérdida de derechos y
libertades de sus ciudadanos.
El sistema actual en el que vivimos los europeos es absolutamente
totalitario y ya no necesita seguir oculto bajo el disfraz democrático. Esta
sanguijuela, llamada UE, está eliminando nuestros derechos y libertades tan
rápido como le es posible, con la excusa de librarnos de una supuesta amenaza
bélica, climática, arancelaria o la que le venga en gana.
Conclusión. Tanto la falsa pandemia como la inmigración descontrolada, el
cambio climático, la guerra arancelaria y ahora el peligro de la invasión de
Europa por parte de Rusia sólo tienen un claro objetivo: llevar a cabo el
saqueo y la esclavitud de los propios ciudadanos de la UE.
No seamos ingenuos. Aquí la única realidad es que la depravada UE ha
usurpado nuestra legítima soberanía, convirtiendo a nuestros países en simples
peleles a las órdenes de Bruselas.
Sin embargo, lo verdaderamente dramático es que la gente no lo
comprende. No comprende que aunque hemos progresado más que nunca vivimos en un
mundo extremadamente desigual. Que tenemos una deuda que jamás vamos a poder
pagar. Que nuestras sociedades modernas están en manos de unos políticos
mediocres, vendidos al poder global del dinero, que no entienden nada de lo que
está pasando. Y tampoco comprende que tarde o temprano todas las civilizaciones
y todos los imperios caen, y esta vez no va a ser diferente.
Evidentemente, los verdaderos arquitectos de este plan no son ni los Macron ni los Sánchez ni las Von der Leyen de turno, sino los “tíos listos”, que saben que este sistema está agotado y lo único que pretenden es salvar su culo.
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ResponderEliminarImpresionante artículo de opinión pepeluengo, más claro el agua, pero en un vaso de cristal, no como los imbéciles que lo beben en vaso de plástico, no ven claro nada, pero si solo tienes que verlos en el metro cada uno metido en su pequeño mundo virtual pellizcando pantalla de 10 segundos, porque si es más sus pobres y miserables mentes "se aburren", ¿leer un libro? venga ya... no quieren saber nada del mundo fuera del suyo, no quieren ver más allá de su viaje al curro o a los estudios, y cuando intentas explicar algo, como suele ser más de 10 segundos te tachan de lo que sea, lo he dicho siempre, sin borregos no hay "tíos listos", y llevamos compartiendo el destino del mundo con los tipos listos desde que nos bajaron del árbol y vieron como somos realmente, seres pobres de mentes, fáciles de controlar y creyentes en todo, incluso de seres llamados dioses que no han visto, ni verán jamás en sus miserables vidas, si se creyeron la mayor mentira jamás contada escrita en un libro inventado hace dos mil años, como coño no se van a creer que un pangolín se comió un murciélago creando un virus volador... el enemigo eterno para mentes pobres y así nos vemos porque por culpa de la mayoría de imbéciles, el resto nos vemos perjudicados, el estúpido mental nunca es consciente de que lo es y suele echar las culpas a los otros, ahora le ha tocado a Rusia, si antes no provocan la tercera guerra, el próximo enemigo será China cuando se apropie de Taiwán, pero cuidado con China, poca bromas con ella, porque aparte de Taiwán se puede quedar con todo lo que ellos quieran, tienen comprada deuda de EEUU y de otros muchos países, con dinero real, no como el nuestro, sus almacenes están repleto de oro y armas y soldados para aburrir, en fin, que el miedo es libre pero los imbéciles no, y estamos rodeados de ellos. 1984 de George Orwell ha quedado solo como un cuento infantil, la realidad siempre supera a la ficción. Por cierto, lo estoy leyendo de nuevo.