En los nuevos tiempos que están por venir ninguna actividad o profesión
del ser humano será inmune a la robótica y la inteligencia artificial (IA). De
hecho, serán las máquinas equipadas con IA las que diagnosticarán nuestras enfermedades
y realizarán todo tipo de cirugías complejas. También serán las encargadas de
la producción de alimentos o de mantener el orden público. Y, por supuesto,
sustituirán a ingenieros, arquitectos, jueces,… y políticos. Solamente un
minúsculo grupo de privilegiados selectos serán los encargados de gestionar y
controlar este sinsentido.
Es evidente que a medida que los humanos seamos reemplazados por
máquinas nuestra utilidad disminuirá. Por consiguiente, nos convertiremos en
una carga permanente para el Estado. ¿Crees que nuestros dueños lo van a
consentir?
Por mucho que se empeñen los políticos en presentar este futuro
distópico como “progreso”, no es más que un genocidio meticulosamente
planificado. De por sí, ya empieza a vislumbrarse cómo se está inculcando a la
gente un sentimiento de inutilidad y culpabilidad, para que seamos nosotros
mismos los que vallamos voluntariamente al matadero. Y si no al tiempo.
Por otra parte, se está construyendo una prisión digital mundial
controlada por algoritmos. La UE no trabaja para defender la libertad, sino
para relegarla a una reliquia del pasado. Detrás de su engañosa fachada de
“seguridad”, “progreso” y “sostenibilidad” se esconde un mecanismo implacable
para destruir toda forma de libertad. Y no estamos hablando de ninguna
fantasía, sino de una realidad que se está implementando a base de leyes y
tecnología. De hecho, la mismísima Presidente de la Comisión Europea, Ursula
von der Leyen, ha afirmado que la libertad de expresión es como un “virus” y
que la única “vacuna” es la censura.
La mayoría de la gente sigue adormecida viviendo en los mundos de Yupi.
No es consciente de que ya vivimos en una sociedad controlada. Y es que a día
de hoy hemos perdido prácticamente toda nuestra libertad, quedando a merced de una
élite de maniacos tecnócratas que nos han reducido a simples marionetas movidas
a golpe de algoritmo.
Hoy en día apenas queda pensamiento crítico y la libertad de expresión
brilla por su ausencia. Pensarás que lo que yo hago es precisamente eso, ¿verdad?
Pues no. Yo sólo hago aquello que me consiente el sistema, que permite un
cierto grado de disidencia para hacernos creer que vivimos en una sociedad
libre.
Con 120.000 visitas en 12 años, mi primer blog (pepeluengo “despertando
conciencias”), en el que escribí numerosos artículos sobre la falsa pandemia,
fue censurado. Con estas cifras, está claro que mis artículos apenas le llegan
al 0.001% de la población mundial. Es decir, que soy como una diminuta cagada
de mosca en la selva amazónica y mi influencia es prácticamente nula. Bueno,
pues incluso siendo alguien totalmente insignificante para el sistema se me
censuró. Esto demuestra el grado de control hacia el que nos dirigimos.
Es evidente que la libertad de expresión es una amenaza para el Nuevo
Orden Mundial, de ahí que la disidencia sea constantemente ridiculizada,
censurada o directamente tachada de delictiva. Porque, seamos claros: un pueblo
ignorante y no pensante siempre será controlado, un pueblo culto y que piensa
no.
En un mundo cada vez más tecnológico, nuestras conversaciones,
pensamientos y desplazamientos están siendo monitoreados, grabados y registrados
constantemente. Del mismo modo, bajo el pretexto de la seguridad se están
desplegando por todas partes sistemas mejorados con inteligencia artificial
para examinarlo todo: cámaras de vigilancia, escáner de reconocimiento facial,
huellas dactilares, lectores de matrículas, publicaciones en las redes
sociales, etc. Todo con el fin de evaluar el riesgo que tiene una persona para
el Estado.
Hoy en día la libertad de expresión es calificada de extremista y la
disidencia criminalizada (lo vimos durante la falsa pandemia). Y lo más
increíble: cualquiera puede ser rastreado y censurado por una burocracia
digital invisible que opera en la más absoluta clandestinidad. De hecho, el gobierno
ahora puede vigilar –y vigila- a más personas que nunca y con mayor precisión e
impunidad.
Siento decirlo, pero si antes gozábamos de cierta libertad relativa, ya
no: ahora somos simples datos en una inmensa red de control digital donde se
nos categoriza, mercantiliza y explota.
En la nueva economía digital que está por llegar nuestras vidas se
convertirán en algoritmos gananciales para las corporaciones que rastreen,
comercialicen y moneticen cada uno de nuestros movimientos. En definitiva, nos
comprarán y venderán sin siquiera saberlo. Esto ya está ocurriendo.
No sé si somos conscientes, pero nuestro teléfono móvil, casa
inteligente, transacción comercial o cualquier dispositivo electrónico nos está
rastreando y vigilando. Esto nos convierte, sin saberlo, en reclusos de una
prisión digital de alta tecnología. Lo paradójico, es que somos nosotros mismos
los que queremos estar en esa prisión, ya que creemos que la comodidad que nos
proporcionan nuestros dispositivos electrónicos, merece que renunciemos voluntariamente
a nuestra privacidad y libertad.
La diferencia entre los regímenes totalitarios del pasado y el que se nos
viene encima (aún más totalitario) radica en la sutileza. Pronto se ejercerá
una vigilancia continuada sobre cada uno de nosotros. Este nuevo régimen no
utilizará la fuerza, sino la comodidad y la ilusión de seguridad. Y, por
supuesto, tampoco estaremos gobernados, sino gestionados que es mucho más
eficiente.
Una de las herramientas más eficaces para llevarnos hacia donde ellos
quieren es el llamado “Primado Negativo”: una técnica de manipulación mental,
que consiste en presentar una verdad o una mentira entre argumentos dramáticos
o humorísticos, para generar en nuestra memoria implícita un sentimiento de
rechazo o aceptación cuando la verdadera información se nos exponga. La memoria
implícita está formada por eventos que no recordamos, pero que sí dejaron una
impronta emocional que hace que ante determinadas situaciones reaccionemos como
autómatas. Es de esta manera como la gente acepta sandeces como la de que los
pedos de las vacas influyen en el calentamiento del planeta, que los hombres
“trans” son verdaderamente mujeres o que las “vacunas” Covid-19 salvaron
millones de vidas.
Lo que no termino de tener claro es si lo que acabo de exponer es un
futuro incierto o un presente cierto. Lo digo, porque, según la “Teoría
del_Internet_Muerto”, la mayoría del contenido en Internet ya no es
producido por humanos, sino por inteligencia artificial.
¡Ahhh! Qué tiempos aquellos en los que no existía Internet ni teléfonos móviles. Cuando los amigos eran de carne y hueso y no virtuales. No sé. Será que soy un nostálgico sentimental o que me estoy haciendo viejo.