Sin
ideologías la gobernanza consentida sería prácticamente imposible, de ahí que
cualquier régimen que se precie las utilice para afianzar su poder. Sin
embargo, esas ideologías no son más que un puñado de estúpidas creencias patológicas,
convertidas en un ritual de signos externos que reemplazan la realidad por una
pseudorealidad.
Paradójicamente,
las personas no necesariamente creer en todas esas ideologías, pero aparentan
que las toleran y se comportan como si las creyeran. Esto nos lleva a vivir en
una mentira permanente y, como es sabido, una mentira repetida infinidad de
veces se convierte en verdad. Por lo tanto, vivir en una mentira constante es aceptar
formar parte de un sistema basado en el engaño que, sin embargo, hemos aceptado
como si no hubiera nada más.
Este
sistema está profundamente impregnado de hipocresía y mentiras, donde todo es
justamente lo contrario de lo que aparenta; o lo que es lo mismo: un mundo de
apariencias que intenta hacerse pasar por realidad. De hecho, el llamado poder
soberano, es decir, el gobierno del pueblo, no es más que un engañabobos donde
la clase trabajadora es esclavizada por la misma clase trabajadora; la
información es en realidad desinformación; las leyes, abuso de poder; el
progreso, deshumanización; la libertad de expresión, autocensura; la democracia,
oligarquía; la mayoría de la ciencia, pseudociencia,…. Y así podríamos seguir
enumerando una lista interminable.
Como
es lógico, el sistema es cautivo de sus propias mentiras y, por tanto, debe
falsificarlo todo: el presente, el pasado y el futuro.
Un
ejemplo flagrante de cómo el sistema lo tergiversa y manipula todo a través de
las ideologías lo estamos viendo con el “calentamiento global”, recientemente
renombrado “cambio climático”.
No
voy a entrar ahora en desmentir el cambio climático antropogénico, hartamente
rebatido por los verdaderos expertos sin conflicto de intereses, pero si voy a
dar algunos datos.
En
España, desde siempre los veranos han sido muy calurosos, sobre todo en la
mitad meridional, donde es de lo más normal encontrar temperaturas que superen
los 40 grados en lugares como Madrid, Toledo, Córdoba o Sevilla. Estas
temperaturas las hemos soportado siempre con la mayor naturalidad. Sin embargo,
a partir de la “Operación Calentamiento Global”; es decir, la matraca diaria de
la televisión anunciando ola tras ola de calor, con esos mapas rojizos que se
asemejan al fuego, la cosa se ha puesto verdaderamente insoportable.
Y
es que al igual que se decía en los años 80 que un pollo no es más que lo que
come, una persona no es más que lo que cree. Por lo tanto, si a la gente se le
inculca una nueva ideología climática, como la de que el planeta se está
calentando por las emisiones de CO2 provocadas por la acción humana,
y se le bombardea constantemente con olas de calor (los 40 grados de toda la
vida) es lógico que psicológicamente pueda obsesionarse y llegue a pensar que
hace más calor de lo que es habitual.
Y
no digo yo que algunas veces no haga más calor, sobre todo en sitios donde
tradicionalmente nunca se dieron esas temperaturas. Pero, en un mundo donde es
oficialmente reconocido (hay patentes que lo acreditan) que sistemáticamente se
manipula el clima (según ellos para salvar el planeta del cambio climático), a
lo mejor deberíamos preguntarnos si la geoingeniería tiene algo que ver.
Las
ideas y creencias profundas que las personas y las sociedades tienen sobre la
realidad, la política, la economía y la cultura, entre otras, son
fundamentalmente inoculadas a través de las ideologías. Así, al igual que las
ideologías políticas como el liberalismo, el conservadurismo o el comunismo sirven
de guía a los gobiernos para ejecutar sus políticas, las ideologías económicas
como el capitalismo, el socialismo o el neoliberalismo determinan cómo se
distribuyen los recursos y se establecen las prioridades económicas de una
nación. Y lo mismo sucede con la educación, la justicia, la sanidad, etc.
Por
otra parte, tenemos las ideologías culturales que influyen en los valores, las
normas y las prácticas sociales. Estas ideologías son las más importantes para
manipular una sociedad. Lo vemos todos los días, y en estos tiempos de “nueva
normalidad” aún más. Así, por ejemplo, el feminismo ha cambiado las
percepciones y expectativas sobre el género y la igualdad. Del mismo modo, la
nueva cultura Woke a acuñado el término “inclusividad” con el fin de que la
sociedad acepte la nueva ideología LGBTIQ+, y todos los + que quieran añadir.
Es
evidente que las ideologías proporcionan un sentido de identidad o pertenencia
a un determinado grupo social, como el nacionalismo o la religión, que unen a
las personas bajo una ideología común. Sin embargo, también pueden ser una
fuente de conflicto, ya que diferentes grupos con creencias opuestas pueden
chocar irremisiblemente. Esto es utilizado por el poder sistemáticamente para
tener al “populacho” dividido; ya sabes, izquierdas y derechas, católicos y
musulmanes, etc.
Todas
las ideologías son sectarias, egoístas,
fanáticas, propagandísticas y no hay nada de verdad en ninguna de ellas.
Se difunden a través del sistema educativo, que juega un papel crucial en la
formación de la opinión y la transmisión de valores y creencias del “populacho”.
Luego
están los medios de comunicación, que hacen que esas creencias se perpetúen en
el tiempo o, si le interesa al sistema, darles un giro de 180 grados, como hemos
visto en tantas ocasiones. Por poner un ejemplo, el aborto ha pasado de ser un
asesinato a un derecho en un abrir y cerrar de ojos.
En
resumen, las ideologías son la fuerza más poderosa que el sistema tiene para dar
forma a casi todos los aspectos de nuestra vida. Aunque bien es verdad que a
veces pueden llegar a ser esenciales y útiles para el entendimiento de las
personas, sin embargo, lo habitual es que se utilicen para producir división y
confrontación. Ya sabes, “divide y vencerás”. Y las ideologías funcionan a las
mil maravillas.
Nuestra sociedad hace tiempo que dejó de tener interés y respeto por la verdad. Nos hemos acostumbrado a que los medios de comunicación, los políticos, los economistas, los médicos y hasta nuestra propia familia y amigos nos mientan sin el menor pudor. Y yo me pregunto: cuando la verdad se sustituye por la mentira, ¿qué clase de sociedad puede salir de ahí? Pues ni más ni menos que la que tenemos. ¿Queda claro?
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