Un pueblo que no piensa no puede ser libre ni soberano, sólo un pelele fácil
de manipular. En la actualidad, prácticamente la totalidad de la población,
incluida la gente que lee libros y estudia carreras universitarias, no piensa.
Por consiguiente, no es consciente de que adopta como propios pensamientos que
no son suyos, sino de otros (lo hacemos todos).
Llevamos muchas décadas en una dinámica de degeneración constante de la
sociedad. Nos hemos convertido en una sociedad perversa que no valora nada. Es
una sociedad que confunde lo virtual con lo real, que ha cambiado el ser por el
tener, que la verdad le importa un pepino y que lo único que busca es el placer
inmediato.
Amén de la inestimable colaboración de los babosos medios de
comunicación, vendidos al poder global del dinero, paradójicamente es el
sistema educativo el que más está contribuyendo a esta degeneración.
El sistema educativo ha sido diseñado para adoctrinar e inculcar ideologías,
no para formar. Esto impide que los niños desarrollen su ingenio, su talento y
su espíritu crítico, y hace que salgan de las aulas convertidos en borregos muy
fáciles de pastorear.
Los que peinamos canas, o ya no podemos peinarlas porque hemos perdido
el pelo, estamos viendo como la mayoría de jóvenes que salen de nuestro sistema
educativo prácticamente no saben expresarse con claridad, leen –si es que leen-
con dificultad y casi no son capaces de escribir algo medianamente legible. Y
claro está, los gobiernos están encantados, porque una población así no ofrece
la más mínima resistencia ante el abuso de poder.
Veamos un claro ejemplo de cómo está cambiando el nivel intelectual de
los más jóvenes en nuestro país.
El día 22 de diciembre de 2024 se efectuó como cada año el sorteo de
Navidad. Tradicionalmente, son los niños del Colegio de San Ildefonso los
encargados de cantar los premios. Los que tenemos cierta edad, recordamos cómo
los niños de hace 50 años cantaban los premios de corrido y sin equivocarse.
Sin embargo, los de hora hacen paradas constantemente, se equivocan bastante y
hasta cantan dos veces el Gordo –“porque me lo ha dicho otro niño”-, tal
y como explicó la niña que lo cantó.
¿Qué está pasando? ¿Es que los niños de ahora tienen un coeficiente intelectual
inferior al que el tenían los niños de antes? ¿Es porque los niños actualmente
en España son una mezcla de diferentes etnias y culturas? ¿O es que la
educación que reciben es de peor calidad? Probablemente una mezcla de las tres cosas
y alguna más. Y, por favor, que nadie me venga con la estupidez de que lo que
acabo de exponer es un comentario racista o xenófobo. Esto es un hecho, nada
más.
Una masa de gente cada vez más cretinizada, que fija su mirada a todas
horas en la pequeña pantalla de su teléfono móvil (de ahí saca toda su “sabiduría”)
y que desconoce el lenguaje adecuado para efectuar sus pensamientos (sin
lenguaje no hay pensamiento), ha dado pie a la deriva totalitaria que estamos
padeciendo.
Nos encontramos en una situación extremadamente crítica. Las nuevas
generaciones, que cuentan con los mejores medios de toda la historia de la
humanidad, albergan una mayoría de individuos cada vez más estúpidos, iletrados
e ignorantes. Su coeficiente intelectual, según los últimos estudios, está
descendiendo y mucho me temo que no serán capaces de afrontar los importantes
retos de los nuevos tiempos.
Verdaderamente los “tíos listos” se lo han montado de fábula. Han
creado toda una masa de imbéciles, cuya única percepción de la realidad ha sido
meticulosamente planificada para guiarlos en cualquier dirección. Pero lo más
importante, es que les han prohibido pensar y, sobre todo, juzgar. Porque si
algo tienen en común los imbéciles es esa frase tan manida: “quién soy yo
para juzgar”. Y es que el hecho de juzgar le está vedado al “populacho”.
Sin embargo, paradójicamente nosotros admiramos y nos parecen más interesantes
las personas que juzgan, que no tienen miedo a opinar y, por supuesto, que
piensan. Por cierto, solemos llamarles intelectuales.
Decía el historiador inglés Henry Thomas Buckle: “Los hombres y
mujeres se clasifican en tres clases o niveles de inteligencia. Se puede
distinguir a la clase más baja por su costumbre de hablar siempre de las
personas; a la siguiente, porque suele conversar de las cosas, y a la más alta,
por su preferencia a debatir sobre las ideas”.
¿Cuántas veces debatimos sobre las ideas con familiares y amigos?
Ninguna: elemental, está muy mal visto. ¿Cuántos debates sobre las ideas vemos
en los medios de comunicación? Ninguno. Alguno pensará que las tertulias
políticas televisivas o los debates parlamentarios son sobre las ideas. Pues
no, no lo son, son sobre las personas, puesto que lo único que hacen es
descalificarse unos a otros para irritar a la masa de cretinos que sigue esas tertulias
y debates.
Es curioso que ahora todo es inteligente menos nosotros. Tenemos una
inteligencia artificial, casas inteligentes, coches inteligentes y se habla de
que en un futuro, no muy lejano, las ciudades también serán inteligentes.
Aunque mucho me temo que serán cárceles inteligentes.
El ciudadano del siglo XXI se ha convertido en un ser perezoso y
acomodado. No quiere esforzarse en aprender, no quiere responsabilidades y se
ha dejado arrebatar sus derechos fundamentales, que tantos siglos de lucha
costaron a sus ancestros, con el engaño de la democracia.
Cada día es más evidente el engaño manifiesto de la democracia. Lo que
hoy llamamos democracia no es más que una herramienta de los oligarcas
plutócratas para la estigmatización de las masas. Para ello se han hecho con
los servicios incondicionales de unos políticos corruptos, estúpidos e
ignorantes que lo único que buscan es medrar.
Vamos a ver. ¿De verdad crees que Pedro Sánchez, Emmanuel Macron,
Justin Trudeau, Joe Biden o Donald Trump son los representantes del pueblo? Y
lo que es aún más ridículo, ¿crees que las empresas del Ibex-35, S&P 500,
Nasdaq o fondos de inversión como BlackRock y Wanguard Group van a dejar su
fortuna y su futuro en manos de cualquier paleto salido del “populacho” en una
elección? ¡DESPIERTA! Son ellos los que eligen a esas personas, no tú.
A las nuevas generaciones se les ha preparado para razonar, analizar y
buscar información, pero no para pensar. Y, claro está, si te lo dan todo
pensado te arriesgas a que te den gato por liebre. Y como muestra un botón.
El mayor experimento socio-farmacológico realizado sobre la humanidad
ha sido posible gracias a la idiotización de la sociedad. Nunca antes se habían
atrevido a someter a toda la población mundial a un experimento de tal calado:
anulación de derechos fundamentales, aplicación de todo tipo de vejaciones y restricciones
totalitarias sin sentido y la inoculación de “vacunas” experimentales para toda
la población mundial.
El hecho de que la “vacunación” continúe a pesar de su comprobada nula
valía, de los gravísimos efectos secundarios y un claro exceso de mortalidad en
las naciones donde ha habido más inoculaciones, nos debería llevar a pensar
que detrás de la “vacunación” -cuasi obligatoria- se esconde un fin perverso.
Del mismo modo, eso de que ningún juez ni fiscal haya intervenido en el abuso
de medidas coercitivas ilegales, y de que todos los que han criticado los
confinamientos, los toques de queda, el uso de mascarillas y, sobre todo, el
programa masivo de “vacunación” hayan sido calumniados y condenados al
ostracismo, son la prueba irrefutable de que nunca se trató de un problema de
salud, sino de una conspiración. Por cierto, la misma conspiración que se está
llevando a cabo con el “cambio climático”.
Pero ahora explícaselo tú a una sociedad acomodada, estúpida y amedrentada, que sólo busca que la entretengan.
MAGNÍFICO. AGUSTÍN GARCÍA CALVO NO LO HABRÍA HECHO MEJOR. IGUAL PODRÍA DECIR DE MUCHOS DE TUS ARTÍCULOS ANTERIORES (Si has leído a García Calvo entenderás que lo cite del modo que lo hago)
ResponderEliminarQue fijación tiene usted con el neocortex y límbico.
ResponderEliminarDeduzco que es usted neuropsiquiatra.
Mis respetos.
Peeero, entiendo que debe abordarse un tema tan complejo y maravilloso como es el CEREBRO
con aportaciones un pelín mas completas e igual de fácil comprensión.
No sé si me explico.
No es fácil.
Ahora no sé si estoy dominado por mi límbico o mi neocortex...
Voy a consultar con el espejo.
Saluditos
Hola
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