30 abril 2025

ARANCELES VS GLOBALIZACIÓN

De nuevo otro episodio “apocalíptico” emitido por la tele “asustaviejas” y demás medios de comunicación. Esta vez dando la matraca a todas horas con los horribles augurios de los “gurús económicos”, que pronostican los peores males para nosotros, el pueblo, a consecuencia de las políticas arancelarias de Donald Trump. Sin embargo, como tantas y tantas veces, la realidad no tiene nada que ver con la ficción que nos cuentan a diario los medios de comunicación.

Para desmontar esta nueva farsa, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que los aranceles han existido siempre (de hecho siguen existiendo) y se utilizan principalmente para proteger la producción nacional y generar ingresos para el Estado.

Los aranceles son impuestos que un país impone a los bienes importados (y a veces exportados) de otro país. Cuando un país impone aranceles a productos de otro país lo hace, fundamentalmente, para proteger la industria nacional, generar ingresos para el gobierno, fomentar el empleo local, estimular el desarrollo industrial y controlar el déficit comercial.

Sin embargo, la aplicación de aranceles también puede tener consecuencias como el aumento de precios para los consumidores, riesgo de represalias comerciales, deficiencia de ciertos productos y una alteración del flujo natural de bienes y servicios.

Dicho esto, le corresponde a cada país elegir la utilización de aranceles en función de sus intereses y necesidades. Y no hay más. Es lo que se viene haciendo, sistemáticamente, sin que nadie ponga el grito en el cielo, como acaba de ocurrir ahora con el anuncio de los nuevos aranceles de Donald Trump.

La imposición de aranceles, por parte del nuevo Gobierno de EEUU, es un derecho legítimo de la Administración Estadounidense para reducir sus desequilibrios económicos. Desequilibrios, por otra parte, nacidos de la globalización que amenaza nuestras economías: una amenaza tan real, que tiene a todos los países occidentales técnicamente en quiebra.

Los que ya tenemos cierta edad, sabemos, porque lo hemos vivido, que los aranceles no son el ogro que devorará a Occidente como nos quieren hacer creer. De hecho, tienen efectos positivos como acabo de exponer.

Lo que devorará a Occidente es el mundo caótico en el que vivimos. Un mundo donde los valores de antaño han sido prostituidos. Donde la verdad no importa. Donde se ponen en tela de juicio los logros sociales de tantos años de lucha. Donde la precariedad aumenta cada año, las crisis se suceden, se acumulan y sus efectos negativos resuenan y se multiplican por doquier.

En las últimas décadas hemos visto caer el Muro de Berlín, la URSS, las Torres Gemelas, la burbuja de las puntocom, las subprime, el desplome los mercados en 2008, las guerras de la ex Yugoslavia, Irak, Siria, Gaza,... y como se cerró el mundo con la falsa pandemia. Pues bien. Todos estos acontecimientos están relacionados directamente con la globalización.

No seamos ingenuos. La tele “asustaviejas” trata de que compremos el relato de los globalistas, para seguir en esta diabólica globalización que lentamente nos está destruyendo. El FEM nos vende la idea de que la globalización es el único horizonte posible (mentiruscos gordos ataos con piedras, que diría José Mota). Esta gente se olvida de que antes de sus delirios de grandeza ya existía otra forma de capitalismo, algo más justo, que supo distribuir mejor la riqueza.

Los aranceles no empobrecen a la gente. De hecho, quienes empobrecen a la gente son las multinacionales. Entonces, ¿los aranceles benefician al pueblo? Puede que sí o puede que no. Depende de cómo se diseñen y a quiénes estén protegiendo. Evidentemente, los globalistas y sus multinacionales no los quieren por razones obvias.

En nuestro actual sistema, el dinero es la base fundamental para el intercambio de bienes y servicios. Sin embargo, hace mucho tiempo que el dinero pasó a ser controlado por unos pocos “tíos listos”. Estos “tíos listos” no son personas comunes y corrientes como nosotros, sino verdaderos psicópatas que han convertido nuestros hermoso Jardín del Edén (la Tierra) en un estercolero devastado y saqueado por su sistema financiero.

Lo que la gente ignora, es que el actual sistema financiero ha sido diseñado por los “tíos listos” para ser previsible, predecible y manipulable.

Acabamos de presenciar un ejemplo de libro de lo fácil que es manipular el sistema financiero. Tan sencillo como anunciar una subida de aranceles y, posteriormente, retrasar su entrada en vigor. Al anunciar los aranceles, lo que se está haciendo es “prever” un desplome de los mercados, y, al retrasar su entrada en vigor, “predecir” nuevamente su recuperación. Evidentemente, los “tíos listos” son los que “manipulan” los mercados para forrarse en tan solo unas horas. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, vendiendo a 10 y volviendo a comprar unas horas más tarde a 6. Es de genios, la verdad. Seguro que los grandes fondos de inversión se han forrado con esta operación, lo hacen constantemente.

Actualmente estamos inmersos en un cambio de paradigma monumental, que se está llevando a cabo mediante un “golpe de estado tecnocrático” a nivel mundial.

Se trata de una revolución que está cambiando por completo nuestra sociedad. La primera fase de esta transformación se llevo a cabo a finales del siglo pasado, cuando las fábricas de los países occidentales se trasladaron a países de menor costo, eliminando así muchos puestos de trabajo. Pero fue la desregulación del sector bancario la que permitió el mayor saqueo mediante la especulación con “derivados financieros” y, sobretodo, con la “flexibilización cuantitativa”.

La segunda fase fue el ataque terrorista pandémico Covid-19 y la inoculación masiva de “vacunas” de ARNm. Esta segunda fase pretende (no sabemos todavía si con éxito o no) reducir y controlar la población mundial.

Ahora estamos inmersos en la tercera fase: la digitalización de todo, para llevar al mundo a un nuevo paradigma totalitario tecnocrático. Por cierto, el APAGÓN del día 28 de abril en España debería hacernos reflexionar sobre dejar nuestras vidas en manos de la tecnología digital.

La globalización se ha convertido en un robo organizado a mano armada. Es una trampa para tontos, al igual que lo es la democracia. De hecho, nuestros representantes son seleccionados por los “tíos listos” y no elegidos por nosotros en una votación. Por eso, seguir con la farsa de votar, elección tras elección, como si nuestro voto realmente contara, cada día tiene menos sentido. Y es que visto cómo funciona el poder, ten por seguro que si nuestro voto contara no nos dejarían ejercerlo.

Tenemos el ejemplo de EEUU, donde Trump se ha presentado ante el mundo como un político populista que lucha contra el globalismo, haciendo cosas como acabar con la “diversidad, equidad e inclusión” y romper lazos con la OMS y otras organizaciones globalistas. Sin embargo, existe una desconfianza mayúscula de que sea otra estrategia engañosa, como toda la que viene de los políticos (conviene recordar la prioridad de Trump de incrementar los centros de datos de IA, para el control total de la población, y su afán por el desarrollo de vacunas asesinas de ARNm).

De ser así, mucho me temo que los estadounidenses, al “elegir” a un presidente que se presentó como el gran enemigo de los globalistas, sin darse cuenta han abierto la puerta de su casa a los oligarcas más autoritarios y reaccionarios. Esto no significa que la Administración Biden fuera una almita de la caridad, sino todo lo contrario. Ya sabes: mismos perros con distinto collar.

Llevamos muchos años esperando que algún día llegue alguien que arregle este desaguisado en el que se ha convertido nuestro mundo. Pero la solución a todos nuestros problemas no vendrá de la mano de las corruptas democracias, de las tecnocracias basadas en IA y mucho menos del decadente statu quo. Tampoco la traerán los Trump, Von der Leyen, Putín o Xi Jinping de turno. La solución, la verdadera solución, está en cada uno de nosotros.

Sólo cuando aceptemos que ningún ser humano está por encima o por debajo de otro, y antepongamos el respeto mutuo a todo lo demás, podremos organizar una sociedad infinitamente más justa que la actual. Y esto no sólo es posible, sino deseable.

La humanidad con su egoísmo innato, su enquistada corrupción y sus eternas guerras está sumida en una crisis de adolescencia que, por cierto, está durando demasiado. Solamente a medida que se vaya acercando a la madurez (si es que eso es posible) podría construir una sociedad más responsable, justa y equilibrada. ¿Llegaremos a verlo? 

20 abril 2025

RADIOGRAFÍA DE UN PRETEXTO TRAS OTRO PARA SEGUIR ADELANTE CON LA DESTRUCCIÓN DE EUROPA

La sociedad, plagada de estúpidos ignorantes, se ha acostumbrado a creer todo aquello que sale de la boca de los políticos y sus putas mediáticas, aunque la historia demuestre que la mayoría de las veces son sólo falacias para acometer algún fin (recuerda las inexistentes armas de destrucción masiva que dieron origen a la guerra de Iraq).

Hace cinco años -casi desde el mismo día en que comenzó la estafa de la falsa pandemia- este blog (mejor dicho, el anterior, censurado en octubre de 2024) denunció, por activa y por pasiva, el esperpéntico relato que nos contaban a diario los medios de comunicación.

En aquel momento el peligro era un coronavirus mortal que podía acabar con la humanidad. Hoy en día el peligro es Putin y su supuesto afán expansionista.

Si recuerdas, para implementar la existencia de la falsa pandemia se llevó a cabo la mayor campaña propagandística de la historia. Es de esta manera cómo se hizo creer a las masas aterrorizadas el peligro extremo de una enfermedad bautizada con el nombre de Covid-19. Pues bien. Ahora está ocurriendo lo mismo, sólo que esta vez la amenaza viene del “malvado” Putin y su supuesta intención de invadir Europa.

¿Alguien en su sano juicio se puede tragar semejante estupidez? Mucho me temo que sí, ya que a algunos no se nos ha olvidado la trágala de la falsa pandemia hace tan solo 5 años.

Todos los días los medios de comunicación no hacen otra cosa que asustar a la gente con el peligro inminente de una guerra UE-Rusia. Incluso Bruselas ha recomendado a los hogares europeos que tengan un kit de supervivencia por si llegara una crisis bélica o climática. Sin embargo, espero que después de lo que pasó en 2020 la gente haya aprendido la lección y no se deje engañar de nuevo tan estúpidamente, ¿o sí?

Veamos. Rusia, con 17,1 millones de Km2, es con diferencia el país más grande del mundo, lo que supone que es 33,7 veces el tamaño de España (506.030 km2). Su vasto territorio contiene una riqueza colosal. Entre los recursos naturales que posee es especialmente rica en carbón, petróleo, gas, hierro, níquel, aluminio, cobre, uranio, bauxita, oro, diamantes y platino.

Sin embargo, pese a ser un gigante geográfico tiene una población relativamente pequeña para su tamaño: “sólo” 144 millones de habitantes. Es decir, el triple de población de España para un territorio 33,7 mayor.

Por otro lado, aunque desde el desmembramiento de la antigua Unión Soviética su nivel de vida ha mejorado, aún deja mucho que desear. Si a esto le sumamos que los rusos, como los occidentales, tienden a tener pocos hijos, es fácil de comprender que el cacareado expansionismo ruso, que supondría un costosísimo sacrificio en vidas humanas y recursos, es a todas luces una locura.

Contrariamente a la propaganda occidental, sobre la amenaza expansionista de Putin, la realidad es que los rusos siempre han demostrado un gran interés en llegar a acuerdos con la UE.

Para cualquiera que haya seguido las políticas del Kremlin, sabrá que Putin siempre estuvo dispuesto a un acercamiento con Europa (lo natural por proximidad geográfica) en el que todos saldríamos ganando (menos EEUU, evidentemente). Para demostrar su buena voluntad, Rusia ha suministrado gas y petróleo a Europa a un precio muy competitivo, además de permitir que un gran número de multinacionales se instalaran en el país. Con ello Putin intentaba romper el plan norteamericano destinado a impedir la unidad “euro-rusa”, considerada fatal para los intereses de EEUU.

El tipo de relación que Rusia quiere establecer con Europa es la misma que ya tiene con China o con los BRICS: una cooperación económica donde todos se benefician.

Sin embargo, la aberración de la UE de jugar a la guerra, unido al cinismo de EEUU, que está utilizando su supremacía para seguir sometiendo a sus “aliados” a sus intereses, podría conducir a un desastre monumental. O al menos es lo que nos quieren hacer creer

La amenaza rusa, puramente ficticia, es dramatizada día tras día en los medios de comunicación. Tanto, Sánchez, Macron, Von der Leyen y compañía mienten descaradamente, ya que Rusia no es en absoluto una amenaza para Europa. Al contrario, podría -y de hecho debería- convertirse en su mejor aliado.

Está claro que para ocultar esta realidad a los europeos, o mejor dicho para transformarla en lo opuesto, se necesita una propaganda machacona, retorcida y torticera: una propaganda similar a la que se llevó a cabo con el Covid-19.

La única realidad aquí, es que esta nueva amenaza -aberrante en todos los aspectos- no es más que otra herramienta (de momento de distracción) para continuar con la destrucción de la economía de la UE y la pérdida de derechos y libertades de sus ciudadanos.

El sistema actual en el que vivimos los europeos es absolutamente totalitario y ya no necesita seguir oculto bajo el disfraz democrático. Esta sanguijuela, llamada UE, está eliminando nuestros derechos y libertades tan rápido como le es posible, con la excusa de librarnos de una supuesta amenaza bélica, climática, arancelaria o la que le venga en gana.

Conclusión. Tanto la falsa pandemia como la inmigración descontrolada, el cambio climático, la guerra arancelaria y ahora el peligro de la invasión de Europa por parte de Rusia sólo tienen un claro objetivo: llevar a cabo el saqueo y la esclavitud de los propios ciudadanos de la UE.

No seamos ingenuos. Aquí la única realidad es que la depravada UE ha usurpado nuestra legítima soberanía, convirtiendo a nuestros países en simples peleles a las órdenes de Bruselas.

Sin embargo, lo verdaderamente dramático es que la gente no lo comprende. No comprende que aunque hemos progresado más que nunca vivimos en un mundo extremadamente desigual. Que tenemos una deuda que jamás vamos a poder pagar. Que nuestras sociedades modernas están en manos de unos políticos mediocres, vendidos al poder global del dinero, que no entienden nada de lo que está pasando. Y tampoco comprende que tarde o temprano todas las civilizaciones y todos los imperios caen, y esta vez no va a ser diferente.

Evidentemente, los verdaderos arquitectos de este plan no son ni los Macron ni los Sánchez ni las Von der Leyen de turno, sino los “tíos listos”, que saben que este sistema está agotado y lo único que pretenden es salvar su culo. 

10 abril 2025

DEMOCRACIA VERSUS DICTADURA DENTRO DE UN ESTADO ALTAMENTE INTERVENCIONISTA

En España, los que tenemos cierta edad hemos vivido dos regímenes diferentes: una dictadura y una democracia. Evidentemente, una dictadura es lo que es y no tiene justificación alguna. Sin embargo, la democracia al final no ha resultado ser aquello tan idílico que nos vendieron en la Transición.

La principal característica que diferencia una dictadura de una democracia es la concentración de poder. Entonces, ¿qué pasa cuando una democracia acapara y concentra tanto poder? Pues que se convierte en una dictadura, con la consiguiente amenaza para los derechos fundamentales de los ciudadanos.

En teoría, una democracia se basa en la distribución del poder entre diferentes instituciones y en la participación activa de la ciudadanía. Sin embargo, en la práctica, sólo el gobierno y un grupo determinado de personas son las que acumulan y ejercen el poder. Por lo tanto, el poder se acumula y se ejerce del mismo modo que en una dictadura. La única diferencia es que en una democracia ese poder dictatorial es consentido por los ciudadanos que, con su voto, lo legitiman.

Sí, ya sé que muchos dirán que en una democracia los poderes ejecutivo, legislativo y judicial son mecanismos independientes para controlar al poder. Pero la cruda realidad no dice eso, ya que todos están intervenidos por el gobierno, lo que resulta una falta real de control sobre el poder.

Según afirman los políticos, una democracia que no tiene un liderazgo fuerte y estable es ingobernable. Por lo tanto, se necesita una concentración de poder para garantizar su gobernabilidad. Esto deriva, incuestionablemente, en una forma de gobierno tan autoritario o tiránico como el de cualquier dictadura.

Se pongan como se pongan los políticos -esos a los que se les llena la boca de “democracia”- una concentración excesiva de poder da lugar a una forma de gobierno dictatorial, donde las elecciones y las instituciones democráticas pierden su verdadero significado. De hecho, estamos viendo en nuestras democracias recortes de derechos fundamentales tan severos o más que en cualquier dictadura. ¿O es que se nos ha olvidado ya lo que pasó en 2020? Eso por no hablar de la censura que sufrimos, sistemáticamente, los que criticamos el sistema.

En los últimos 50 años, todo aquel que no tenga su mente obnubilada por ideologías políticas habrá podido comprobar que la democracia es una broma y, además, de mal gusto. Y es que tanto la política, como la economía o la justicia son un esperpento. Aquí la única realidad es que todos estamos sometidos a un Estado altamente intervencionista, tanto si es regido por una dictadura o una democracia.

Todos vivimos en un Estado. ¿Y qué hace el Estado por nosotros? Pues tomar posesión de todo cuanto acontece en nuestras vidas. Lo primero que hace es inscribirnos en el Registro Civil, nada más nacer, para tomar posesión de nosotros. Luego, durante el resto de nuestra vida, freírnos a impuestos que, lamentablemente, no revierten -como debieran- en procurar nuestro bienestar (conviene recordar que en toda la historia de la humanidad nunca el poder se preocupó por nuestro bienestar, y ahora no es diferente).

Por lo general -y casi me atrevería asegurar que siempre- la corrupción, la malversación, la prevaricación y el más insidioso despilfarro se han instalado de manera absolutista en el Estado, bien sea democrático o tiránico.

Si lo miras bien, el Estado es verdaderamente una mafia: realiza el mismo tipo de fechorías que las mafias organizadas (desfalcos, robos, acoso y asesinatos), con la gran diferencia de que el Estado es impune gracias a leyes que él mismo promulga.

Pues bien. Dicho esto, está claro que el Estado es el problema y no la solución. Así que deberíamos mandar al Estado “un poquito a la mierda”, con perdón. Pero, para nuestra desgracia, eso verdaderamente no es factible, ya que el ciudadano está absolutamente indefenso ante el todopoderoso Estado, este gobernado por una dictadura o una democracia.

Para hacernos una idea del engaño al que estamos sometidos, echemos un vistazo a los últimos acontecimientos.

La UE acaba de aprobar un presupuesto de 800.000 millones de euros para rearmar a Europa. Esto significa que cada Estado va a gastar una cantidad ingente de dinero de los contribuyentes en comprar armamento para, según nos dicen, protegernos de una posible invasión rusa.

De los 27 Estados miembros que componen la UE -oficialmente democráticos- ninguno le ha preguntado a sus ciudadanos -que serán los que al final lucharán en el campo de batalla- si quieren rearmarse para ir a una guerra con Rusia.

Tampoco nos han dicho quién de los 27 Estados miembros (además de la industria armamentística de EEUU) va a ser el más favorecido con esta medida. Evidentemente, será Alemania, ya que esta inyección de dinero transformará la industria actual alemana -que está en horas bajas- en una industria armamentística hasta ahora prácticamente inexistente. Y es que desde el final de la Segunda Guerra Mundial sus capacidades han sido limitadas y están bajo el estricto control de la OTAN. Sin embargo, a raíz del conflicto Ucrania-Rusia parece que la OTAN ha cambiado de parecer y ahora Alemania tiene carta blanca para rearmarse.

Por cierto. ¿De verdad es buena idea volver a dejar rearmarse a Alemania? ¿Somos conscientes de cómo puede terminar esto? Lo digo, porque se dice que un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo. Y ya sabemos lo que pasó con Alemania en 1870 (Guerra franco-prusiana), 1914 (Primera Guerra Mundial) y 1940 (Segunda Guerra Mundial).

En los últimos años, las amenazas se están disparando a una velocidad de vértigo. Tanto la pandemia, como el cambio climático, la invasión rusa y ahora la guerra económica de los aranceles, tienen al mundo amedrentado por completo. Evidentemente, un mundo asustado es un mundo paralizado. Y de eso se trata.

Lo que estamos viendo no es más que la estrategia de siempre: “problema, reacción, solución”. Y la solución pasa por aceptar cualquier medida coercitiva sin rechistar, como ya hicimos durante la falsa pandemia.

Todas estas amenazas no tienen otro fin que el de encerrarnos de por vida en una cárcel sin rejas. Cada nueva crisis es una excusa para que el Estado avance en su proyecto de control totalitario absoluto. Lo siguiente será la digitalización total (en España ya es oficial el DNI digital, aprobado por el Consejo de Ministros sin ser discutido tan siquiera en el Parlamento). Una identificación digital que será necesaria para todo. Y en el momento que todo sea digital estaremos en esa prisión sin rejas de la que ya no podremos escapar. Y es que la informática, unida a unas técnicas de compilación y análisis de datos, provenientes de unos dispositivos móviles de espionaje conocidos como smartphones, han brindado a los autócratas la oportunidad de crear la herramienta perfecta más sofisticada para el definitivo control de la humanidad. Y esa “oportunidad” ya es una realidad.

Cuando la sumisión reemplaza a la insurrección, cuando la dignidad es suplantada por la humillación y, en definitiva, cuando un pueblo acepta lo inaceptable, es que se resigna a perder valores tan fundamentales como la libertad. Por lo tanto, convendría replantearse qué le queda a un pueblo que se niega a defenderse del todopoderoso Estado intervencionista, sometiéndose voluntariamente a él. Evidentemente, nada.

Una sociedad sometida a tanta mentira, acribillada a impuestos y que acepta sin rechistar la pérdida total de sus derechos y libertades es una sociedad muerta.

¡Señores! ¡La libertad no se regala, se conquista! Si no luchamos por ella seguiremos estando a merced del todopoderoso Estado intervencionista, que facilita que unos cuantos “tíos listos” hagan lo que les dé la gana con la inmensa mayoría de “tontos”.

La gente piensa que es imposible deshacerse del todopoderoso Estado. Sin embargo, no es así, ya que el Estado sólo funciona si nosotros obedecemos. Por consiguiente, es tan sencillo (al menos sobre el papel) como desobedecer. Pero para ello es necesario despertar a las masas adormecidas.

La cuestión es: ¿cómo despertar conciencias cuando la mayoría de la gente está sumergida en la ignorancia, en el confort de la pasividad, o, peor aún, en la aceptación de este sistema como inevitable?

Solamente el hipotético caso de un cambio de conciencia colectiva, sobre la base de una masa crítica de individuos lo suficientemente grande que genere una “nueva conciencia”, podría provocar un cambio de paradigma. Para ello, entre otras cosas, la gente tiene que perder el miedo, estar bien informada, dejar de ser estúpida, y, por supuesto, salir de su zona de confort e implicarse de lleno en un nuevo proyecto, donde el Estado intervencionista desaparezca de una vez por todas.

¿Difícil? No, lo siguiente. 

NECESITAMOS ALGO MÁS QUE UN CAMBIO DE POLÍTICOS

Europa fue el primer continente en terminar con la pobreza de las masas, basándose en unos valores que defienden que cada ser humano es únic...