30 junio 2025

UNA PANTOMIMA TRAS OTRA PARA MANTENER EL STATU QUO

Los medios de comunicación siguen con la propaganda de que el ataque a Irán, por parte de EEUU, puede degenerar muy probablemente en la Tercera Guerra Mundial. Algunos titulares llegan a afirmarlo sin vacilación: “Sin la aprobación del Congreso de los EEUU, Donald Trump ha declarado la guerra a Irán: un hecho sin precedentes e inconstitucional, que de seguir adelante acabará en la Tercera Guerra Mundial”.

Parece que Donald Trump y Netanyahu están arrastrando al mundo a una Tercera Guerra Mundial, o al menos es lo que nos quieren hacer creer. La excusa para desencadenar los recientes bombardeos de EEUU contra las instalaciones nucleares de Irán, ha sido la de que Irán está a punto de conseguir armamento nuclear (la misma excusa que se utilizó para derribar a Saddam Hussein, diciendo aquello de que tenía armas de destrucción masiva, las cuales nunca se encontraron).

Otra vez se está utilizando la misma estrategia, ya que hace tan sólo tres meses los jefes de inteligencia, Tulsi Gabbard y John Ratcliffe, concluyeron ante el Congreso de los EEUU que hasta la fecha no había ninguna confirmación absoluta que indicara que Irán posee o está a punto de conseguir una bomba atómica.

Pero las cosas no siempre son lo que parecen.

EEUU lanzó un ataque a tres instalaciones nucleares de Irán. Sin embargo, después de que Trump anunciase a bombo y platillo que las instalaciones habían sido destruidas por completo, el ataque tiene toda la pinta de ser una farsa: las instalaciones estaban completamente vacías, no había personal en el lugar, no se detectaron daños reales y no hubo explosiones ni fuga radiactiva tras el bombardeo. Esto incita a pensar que Irán fue advertido con anterioridad de la agresión. Por lo que, en mi opinión, esto no fue un ataque, sino un teatro de operaciones (sólo así se entiende que Trump no pidiera la aprobación del Congreso de los EEUU).

Por otra parte, en respuesta a la agresión sufrida, Irán lanzó una serie de misiles balísticos de corto y medio alcance sobre la base militar de Al Udeid en Qatar (una de las más importantes de EEUU en Oriente Medio). Poco después de los ataques, Trump publicó en su red social que la respuesta de Irán había sido “muy débil”, e incluso agradeció a Irán por haberles avisado con antelación. Estas fueron sus declaraciones: “Irán ha respondido oficialmente a nuestra destrucción de sus instalaciones nucleares con una respuesta muy débil, algo que esperábamos, y que hemos contrarrestado con gran eficacia. Ningún estadounidense o catarí resultó herido y prácticamente no se produjeron daños. Lo más importante es que se han desahogado y, con suerte, no habrá más odio. Quiero agradecer a Irán habernos avisado con antelación

Todo parece indicar que la agresión de EEUU contra Irán no fue más que una operación de “márquetin” para engañar a la opinión pública. Israel y EEUU no pretenden destruir Irán, sino seguir el guión de un orden establecido, cuyos únicos beneficiarios son los banqueros apátridas y los traficantes de armas. En definitiva, un statu quo que se enriquece más y más con la violencia.

Lo que acabo de exponer demuestra que el “pacifista” Donald Trump (que iba a acabar con la guerra de Ucrania en 24 horas) es un pelele (como lo fue Biden) a las órdenes del poder global del dinero: la City de Londres y Wall Street.

La única verdad en todo esto, es que ninguno tenemos la más remota idea de lo que se cuece en las mentes de los maniacos que dominan el mundo, incluidos los periodistas que nos “informan”.

Pero, ¿qué ha ganado Israel realmente con esta serie de agresiones a todo aquel que está a su alrededor? Pues posicionarse como víctima, así de paradójico es todo esto. En este circo planetario todo es posible: los agresores se convierten en víctimas y las víctimas en agresores.

En la farsa del mundo distópico de hoy solo hay perdedores; bueno, excepto los ganadores habituales: las élites bancarias multimillonarias que juegan con nosotros.

Este nuevo mundo tecnológico, que se nos vende como una nueva era de progreso, en realidad no es más que una burda copia del mundo anterior; eso sí, con mejores herramientas de destrucción, manipulación y control: lanzas, arcos y flechas han sido sustituidos por misiles balísticos y drones con una precisión milimétrica para destruir escuelas y hospitales, pero ninguna para acabar con el Kremlin o la Casa Blanca.

La paz siempre ha sido una quimera, una palabra vacía, un término recurrente para engañar a estúpidos ignorantes. Desde que el hombre puso los pies en este planeta siempre ha estado guerreando. De por sí, la historia se cuenta a través de las guerras. Por eso, instituciones como la ONU son un teatro de marionetas, donde los poderosos mueven los hilos.

Las guerras no se ganan ni se pierden, las guerras se perpetúan. En este gigantesco carnaval, el cinismo es el único que sobrevive: se fabrican misiles y armas nucleares en nombre de la paz y se bombardean hospitales para proteger a la población, y encima se televisa. Es un auténtico disparate.

Hoy en día vivimos manipulados por los medios de comunicación. Ellos seleccionan cuidadosamente las noticias. Ponen más énfasis en acontecimientos específicos, dándole un enfoque psicológico para provocar una reacción en el público (miedo, compasión, irritación,…). El ejemplo más paradigmático fue sin lugar a dudas el Covid-19: la mayor operación psicológica de la historia, gracias a la cobertura incesante de los medios de comunicación. Ahora están haciendo lo mismo con la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial. Pero, ¿se trata realmente de una amenaza inminente de guerra o de otro montaje?

La historia está llena de eventos dramáticos que ponen de manifiesto lo que son capaces de hacer los maniacos que dominan el mundo. Por lo tanto, tampoco sería descartable una operación militar para destruir el mundo mediante una guerra nuclear.

Definitivamente, el mundo pos-Covid-19 no ha traído nada nuevo salvo más control. Es el mismo mundo de siempre, con las mismas guerras de siempre y el mismo statu quo de siempre. Por lo tanto, nada nuevo bajo el Sol. 

20 junio 2025

LA AGENDA DE DESPOBLACIÓN A TRAVÉS DEL “EFECTO COBRA”

Cuentan que en la India, en la época colonial, había una gran abundancia de cobras. Para solucionar el problema, las autoridades tuvieron la ocurrencia de recompensar económicamente a cualquier ciudadano que entregase una cobra muerta. En principio la medida funcionó, hasta que apareció la picaresca. Y es que, pasado un tiempo, algunos se dieron cuenta de que criar cobras para luego matarlas y cobrar la recompensa era muy rentable. Pero cuando las autoridades descubrieron el fraude inmediatamente retiraron la medida. Y, claro está, ante esta nueva situación los criadores de cobras se deshicieron de ellas liberándolas. Así pues, el problema no solo no se solucionó, sino que se agravó. Desde entonces a esto se le conoce como el “efecto cobra”.

Hoy en día el “efecto cobra” se reproduce o todos los niveles. Así, tenemos que para paliar el desempleo se han creado una serie de ayudas y subsidios que disuaden al trabajador de buscar empleo. Otro, es que para garantizar la igualdad de los ciudadanos se les divide en grupos con las mismas creencias (conservadores, progresistas, homosexuales, heterosexuales,..) lo cual agrava aún más la desigualdad entre los distintos grupos. O que para proteger la salud de los niños se les someta a todo tipo de vacunas que, en la mayoría de los casos, suele empeoran su salud posteriormente, haciéndoles dependientes de por vida de la industria farmacéutica. Y así podíamos seguir enumerando una larga lista interminable.

Pero el “efecto cobra” más absurdo es la imposición de la “ideología verde”, que presenta a los humanos como una plaga que está destruyendo el planeta. Según las cabezas pensantes de esta ocurrencia, para salvar el planeta hay que deshacerse de los humanos. Y digo yo, ¿para qué queremos un lindo y sano planeta sin nosotros?

Todas las políticas de la “agenda verde” son un disparate tras otro. El primero, y más aberrante, es el de aglutinar a la población en “ciudades inteligentes”. Pero, ¿qué clase de “agenda verde” es está que quiere a la población en ciudades cibernéticas de hormigón? Otro, es la de talar olivos y naranjos para instalar placas solares (como si no hubiera campo baldío). ¡Señores! ¿De qué nos sirve tener energía “limpia” si no tenemos qué comer?

Todo lo que estamos viviendo últimamente (pandemias, guerras, calentamiento global, incendios, inundaciones, inflación, apagones y, sobretodo, pobreza) no es más que la estrategia de los globalistas para hacer creer a la gente que el sufrimiento que padece es consecuencia de la superpoblación. Su pensamiento es: “si lo sufren, entonces apoyarán todas las intervenciones distópicas que propongamos. Y amén que lo están consiguiendo.

La agenda de despoblación no es ninguna teoría de la conspiración, sino una verdadera conspiración contra la humanidad (de hecho, una de las conferencias del Club Bilderberg de este año ha sido “Despoblación e inmigración”). Los datos revelan que más de la mitad de los países occidentales presentan actualmente un crecimiento negativo. Sin embargo, aunque el número de nacimientos disminuye constantemente su población aumenta debido a la inmigración masiva descontrolada. Esta inmigración es la que se utilizará para sembrar el caos cuando los arquitectos de esta estrategia lo consideren oportuno (acabamos de ver recientemente este tipo de cosas en Francia y en EEUU, cuya función es justificar el aumento de la vigilancia con IA y la transición a la gobernanza totalitaria).

En España, las cifras de nacimientos y defunciones en 2023 fueron las siguientes: 320.656 nacimientos por 436.124 defunciones, lo que supone un saldo poblacional negativo de 115.468 (nada que ver con los 663.667 nacimientos y 280.170 defunciones de 1970).

El siguiente gráfico, muestra claramente cómo se han invertido las tendencias a partir del año 2015, donde se produce cada vez un menor número de nacimientos y un mayor número de defunciones.

Paradójicamente, la población de España no deja de crecer de una manera desenfrenada, pasando de los 40 millones en el año 2000 a los 49 millones en el año 2025. Esto supone un incremento del 22,5% en tan solo 25 años. Lo que demuestra la cantidad de inmigración masiva descontrolada que está entrando en nuestro país. Hay estudios que dicen que de seguir con esta tendencia en el año 2045 habrá más extranjeros que autóctonos.

Pero en el actual sistema –diseñado para crecer constantemente-, ¿qué significa para un país la pérdida de población?

Cuando un país pierde población; es decir, cuando su número de habitantes disminuye por factores como baja natalidad, alta emigración o envejecimiento, se enfrenta a varias desventajas económicas, sociales y estructurales, como menor productividad y decrecimiento económico.

El envejecimiento de la población reduce la población activa y aumenta el peso de la población inactiva, lo que supone menos contribuyentes y mayor número de jubilados. Por otro lado, menos población significa menos consumo, lo que puede generar una contracción económica prolongada afectando a empresas, inversiones y empleo. Evidentemente, la pérdida poblacional incluye también la pérdida de jóvenes cualificados, frenando así el desarrollo del país.

No hay que tener un máster en economía para saber que una drástica reducción poblacional equivale a un declive económico, ya que a medida que las tasas de natalidad se desploman y las sociedades envejecen los cimientos económicos se desmoronan. Porque no lo olvides: el mayor activo de un país es su población.

España, a pesar del crecimiento poblacional, impulsado por la inmigración masiva, no es inmune a esta nueva realidad: las tasas de fertilidad han caído muy por debajo del nivel de repoblación; la ocupación laboral es muy inferior a la de los países europeos de su entorno; la pérdida de cerebros es constante, pues los jóvenes talentos no tienen oportunidades para desarrollarse profesionalmente en su país; y, paradójicamente, las empresas no encuentran personal para ocupar los puestos de trabajo más cualificados, dado que la inmigración es casi toda marginal y no ha venido a solucionar el problema, sino a incrementarlo. Esto está llevando al país a empobrecerse más y más cada día (es la primera vez en la historia de España que los hijos viven peor que sus padres).

Nos hacen creer que la pobreza es un problema económico, pero no es así, ya que si lo fuera tendría fácil solución. También, que es causada por la de escasez de recursos; pues tampoco, ya que cada día se tiran toneladas de alimentos y otros bienes. Y todo para que lleguemos a la conclusión de que la pobreza es un problema causado por la superpoblación del planeta. Y cuando estas falsas teorías son apoyadas por una organización “filantrópica” no gubernamental como es Oxfam Intermón, pues vamos y nos lo creemos.

Dicho esto, y siguiendo su lógica, sólo hay dos mareras de terminar con la pobreza: aumentar los recursos o reducir la población. Evidentemente, se han decantado por la segunda opción.

Todas esas medidas, como favorecer el aborto, los métodos anticonceptivos, la eutanasia, el suicidio (especialmente entre jóvenes y ancianos), la introducción de sustancias nocivas para la salud en los alimentos, la promoción de pandemias como el Covid-19, la implementación de más y más vacunas o las crisis económicas que llevan a la pobreza y a la desesperación de las personas, están encaminadas a reducir la población.

Estamos anclados a un sistema financiero depredador que se basa en obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Este sistema sólo favorece a una pequeña élite de multimillonarios, que lo son porque explotan a 8.000 millones de personas en todo el mundo. Pero ahora tienen la tecnología y la IA y ya no nos necesitan, por consiguiente se están deshaciendo de nosotros: reducen la población, incrementan la inmigración para crear conflicto, ahogan la economía y la pobreza acaba con más población. ¡Si es que es de manual! Vamos, un “efecto cobra” de libro. 

10 junio 2025

NECESITAMOS ALGO MÁS QUE UN CAMBIO DE POLÍTICOS

Europa fue el primer continente en terminar con la pobreza de las masas, basándose en unos valores que defienden que cada ser humano es único, irrepetible y de una valía ilimitada. Pero estos valores están siendo puestos en tela de juicio por el falso “progresismo barato” de la clase política (sea del signo que sea), que a través de su obsesiva agenda verde y toda esa nueva “cultura woke” nos está llevando a la ruina ética, moral y económica. Y, cuando hablo de “progresismo barato”, no me refiero únicamente a los “progres” de izquierda, sino también a los de derechas, pues ambos son fervientes seguidores de la Agenda 2030.

Lo que están haciendo nuestros políticos no tiene nada que ver con el progreso (en mi modesta opinión, creo que ni siquiera saben qué significa esa palabra). Más bien nos están llevando a una involución (deliberada o no) enfrentando de nuevo a la sociedad: izquierda contra derecha, hombres contra mujeres, negros contra blancos, heterosexuales contra homosexuales, etc.

La mayoría de países occidentales están atrapados en un bucle de “crisis sistémicas”, originadas por una mediocre clase política de ineptos. Sin embargo, el problema no son las crisis continuadas, el problema son los políticos.

Las crisis no se solucionan simplemente con la sustitución de un político por otro, ya que los problemas estructurales de cada país exigen reformas profundas que vayan más allá de cambiar el color del partido político en el poder. De hecho, los políticos nunca han sabido resolver nada, sólo promulgar leyes restrictivas para ocultar su incapacidad de gestión.

En el caso de España, el esperpento de nuestra clase política raya en la más absoluta ignominia (ver corrupción política en España).

Tenemos un Gobierno que legisla a base de Decretazos, que reforma el Código Penal a su conveniencia, que infiltra en la Fiscalía General del Estado a uno de los suyos, que tiene ordeno y mando sobre el Tribunal Constitucional, que indulta y amnistía a otros políticos con delitos de alta traición y que se asocia con grupos afines a terroristas que en el pasado mataron a sus propios compañeros.

¿Y qué decir de la oposición? Pues más de lo mismo: los casos de corrupción se amontonan en los juzgados como la trama Púnica, la Gürtel, el caso Bárcenas, el del Auditorio en Murcia, Arena en Galicia, Andrach en Baleares, etc.

Dicho esto, está claro que cambiar a los rojos por los azules no va a solucionar nada. De hecho, les hemos ido alternando en el poder en el transcurso de los últimos 50 años y las cosas no sólo no han ido mejor, sino que han ido a peor.

Lo primero que deberíamos hacer es redactar y blindar una nueva Constitución, fortalecer la separación de poderes y garantizar que las instituciones no sean utilizadas a su antojo por ningún presidente de gobierno con delirios de grandeza. Y lo segundo, y más importante, acabar con la partitocracia.

Gestionar un país sin partidos políticos es un modelo político alternativo que rompe con la estructura tradicional de representación basada en agrupaciones ideológicas de partidos. Aunque bien es verdad que es algo raro y complejo, sin embargo existen teorías, propuestas y algunas experiencias prácticas que ayudan a imaginar cómo podría llegar a funcionar un país sin partidos políticos.

Un país sin partidos políticos podría elegir a sus representantes por su experiencia profesional, dotes extraordinarias o trayectoria intachable. Sería una especie de democracia directa o participativa, con mecanismos como referendos, plebiscitos, iniciativas ciudadanas y asambleas populares.

Los ministerios y otras áreas técnicas estarían a cargo de profesionales elegidos por sus conocimientos en la materia y no por lealtades políticas. Las decisiones se tomarían en niveles locales o regionales, reduciendo la concentración en el poder central. Las autoridades electas no podrían ser reelegidas, y los cargos serían de corta duración para evitar clientelismo o la acumulación de poder. Todos los cargos estarían sometidos a auditorías abiertas y rendición de cuentas constantemente. Se utilizarían plataformas digitales para que los ciudadanos puedan opinar, votar o proponer leyes. El ciudadano tendría el derecho a revocar autoridades si no se comportan con honestidad o se demuestra su nula valía para el cargo. Y, por supuesto, toda ley debería ser aprobada o vetada en referéndum antes de su entrada en vigor. ¡Ah! Y nadie tendría privilegios como, por ejemplo, aforamientos.

Pero para llevar a cabo esto -o algo parecido a esto- se necesitaría un sistema educativo de calidad donde formar ciudadanos responsables, libres, críticos y con verdaderos conocimientos.

Este modelo -aunque tampoco sería perfecto- tendría ventajas sobre el modelo actual, como un mayor control ciudadano y la eliminación del clientelismo. Sin embargo, también existiría el riesgo de fragmentación o falta de estabilidad si no se contara con una cultura cívica madura y adecuada.

Salvando las distancias, tenemos el ejemplo de Suiza que, aunque tiene partidos políticos, gran parte del poder reside en los cantones y usa mucha democracia directa con referendos constantes para casi todo. No olvidemos que Suiza es hoy en día el quinto país del mundo por renta per cápita y posee uno de los mejores índices de vida.

Y ahora la pregunta del millón: ¿es esto posible? Lo es. Y otra más: ¿tenemos los medios suficientes para llevarlo a cabo? Los tenemos. Entonces, ¿qué nos impide hacerlo? Y ahí chocamos con lo de siempre: porque nuestros dueños no quieren.

Los dueños del mundo son los que marcan la agenda a los políticos para mantener al pueblo en la ignorancia. Tienen secuestrada la tecnología al igual que el conocimiento. Las grandes multinacionales de las diferentes industrias disponen de patentes tecnológicas avanzadas que no salen a la luz por meros intereses geopolíticos y económicos. Y lo mismo ocurre con el conocimiento.

No le des más vueltas. No es verdad que tengamos que seguir anclados a este sistema de partidos políticos. Han llegado a convencernos de que no hay más paradigma que este, y les hemos creído. Y es que somos extremadamente crédulos y obedientes, como pudimos constatar durante la falsa pandemia.

Una sociedad plagada de estúpidos crédulos ignorantes es muy fácil de manipular, engañar y hacerla comulgar con ruedas de molino.  Y es que la estupidez es mil veces más destructiva que la maldad. La maldad se puede combatir, la estupidez no. Por lo tanto, lo que necesitamos es una dura y machacona campaña contra la estupidez. Mientras esto no se produzca, jamás cambiaremos de paradigma ni podremos arrebatar el poder a los maníacos que nos tienen bajo la suela de su zapato. 

UN FUTURO INCIERTO

En los nuevos tiempos que están por venir ninguna actividad o profesión del ser humano será inmune a la robótica y la inteligencia artificia...