Cuentan que en la India, en la época colonial, había una gran abundancia
de cobras. Para solucionar el problema, las autoridades tuvieron la ocurrencia
de recompensar económicamente a cualquier ciudadano que entregase una cobra
muerta. En principio la medida funciono, hasta que apareció la picaresca. Y es
que, pasado un tiempo, algunos se dieron cuenta de que criar cobras para luego
matarlas y cobrar la recompensa era muy rentable. Pero cuando las autoridades
descubrieron el fraude inmediatamente retiraron la medida. Y, claro está, ante
esta nueva situación los criadores de cobras se deshicieron de ellas
liberándolas. Así pues, el problema no solo no se solucionó, sino que se agravó.
Desde entonces a esto se le conoce como el “efecto cobra”.
Hoy en día el “efecto cobra” se reproduce o todos los
niveles. Así, tenemos que para paliar el desempleo se han creado una serie de
ayudas y subsidios que disuaden al trabajador de buscar empleo. Otro, es que para
garantizar la igualdad de los ciudadanos se les divide en grupos con las mismas
creencias (conservadores, progresistas, homosexuales, heterosexuales,..) lo
cual agrava aún más la desigualdad entre los distintos grupos. O que para
proteger la salud de los niños se les someta a todo tipo de vacunas que, en la
mayoría de los casos, suele empeoran su salud posteriormente, haciéndoles
dependientes de por vida de la industria farmacéutica. Y así podíamos seguir
enumerando una larga lista interminable.
Pero el “efecto cobra” más absurdo es la imposición de la “ideología
verde”, que presenta a los humanos como una plaga que está destruyendo el
planeta. Según las cabezas pensantes de esta ocurrencia, para salvar el planeta
hay que deshacerse de los humanos. Y digo yo, ¿para qué queremos un lindo y
sano planeta sin nosotros?
Todas las políticas de la “agenda verde” son un disparate tras otro. El
primero, y más aberrante, es el de aglutinar a la población en “ciudades
inteligentes”. Pero, ¿qué clase de “agenda verde” es está que quiere a la
población en ciudades cibernéticas de hormigón? Otro, es la de talar olivos y
naranjos para instalar placas solares (como si no hubiera campo baldío). ¡Señores!
¿De qué nos sirve tener energía “limpia” si no tenemos qué comer?
Todo lo que estamos viviendo últimamente (pandemias, guerras, calentamiento
global, incendios, inundaciones, inflación, apagones y, sobretodo, pobreza) no
es más que la estrategia de los globalistas para hacer creer a la gente que el
sufrimiento que padece es consecuencia de la superpoblación. Su pensamiento es:
“si lo sufren, entonces apoyarán todas las intervenciones distópicas que
propongamos. Y amén que lo están consiguiendo.
La agenda de despoblación no es ninguna teoría de la conspiración, sino
una verdadera conspiración contra la humanidad (de hecho, una de las
conferencias del Club Bilderberg de este año ha sido “Despoblación e
inmigración”). Los datos revelan que más de la mitad de los países occidentales
presentan actualmente un crecimiento negativo. Sin embargo, aunque el número de
nacimientos disminuye constantemente su población aumenta debido a la
inmigración masiva descontrolada. Esta inmigración es la que se utilizará para
sembrar el caos cuando los arquitectos de esta estrategia lo consideren
oportuno (acabamos de ver recientemente este tipo de cosas en Francia y en EEUU,
cuya función es justificar el aumento de la vigilancia con IA y la transición a
la gobernanza totalitaria).
En España, las cifras de nacimientos y defunciones en 2023 fueron las
siguientes: 320.656 nacimientos por 436.124 defunciones, lo que supone un saldo
poblacional negativo de 115.468 (nada que ver con los 663.667 nacimientos
y 280.170 defunciones de 1970).
El siguiente gráfico, muestra claramente cómo se han invertido las
tendencias a partir del año 2015, donde se produce cada vez un menor número de
nacimientos y un mayor número de defunciones.
Paradójicamente, la población de España no deja de crecer de una manera
desenfrenada, pasando de los 40 millones en el año 2000 a los 49 millones en el
año 2025. Esto supone un incremento del 22,5% en tan solo 25 años. Lo que
demuestra la cantidad de inmigración masiva descontrolada que está entrando en
nuestro país. Hay estudios que dicen que de seguir con esta tendencia en el año
2045 habrá más extranjeros que autóctonos.
Pero en el actual sistema –diseñado para crecer constantemente-, ¿qué
significa para un país la pérdida de población?
Cuando un país pierde población; es decir, cuando su número de
habitantes disminuye por factores como baja natalidad, alta emigración o
envejecimiento, se enfrenta a varias desventajas económicas, sociales y
estructurales, como menor productividad y decrecimiento económico.
El envejecimiento de la población reduce la población activa y aumenta el
peso de la población inactiva, lo que supone menos contribuyentes y mayor
número de jubilados. Por otro lado, menos población significa menos consumo, lo
que puede generar una contracción económica prolongada afectando a empresas,
inversiones y empleo. Evidentemente, la pérdida poblacional incluye también la
pérdida de jóvenes cualificados, frenando así el desarrollo del país.
No hay que tener un máster en economía para saber que una drástica
reducción poblacional equivale a un declive económico, ya que a medida que las
tasas de natalidad se desploman y las sociedades envejecen los cimientos
económicos se desmoronan. Porque no lo olvides: el mayor activo de un país es
su población.
España, a pesar del crecimiento poblacional, impulsado por la
inmigración masiva, no es inmune a esta nueva realidad: las tasas de fertilidad
han caído muy por debajo del nivel de repoblación; la ocupación laboral es muy
inferior a la de los países europeos de su entorno; la pérdida de cerebros es
constante, pues los jóvenes talentos no tienen oportunidades para desarrollarse
profesionalmente en su país; y, paradójicamente, las empresas no encuentran personal
para ocupar los puestos de trabajo más cualificados, dado que la inmigración es
casi toda marginal y no ha venido a solucionar el problema, sino a
incrementarlo. Esto está llevando al país a empobrecerse más y más cada día (es
la primera vez en la historia de España que los hijos viven peor que sus
padres).
Nos hacen creer que la pobreza es un problema económico, pero no es
así, ya que si lo fuera tendría fácil solución. También, que es causada por la
de escasez de recursos; pues tampoco, ya que cada día se tiran toneladas
de alimentos y otros bienes. Y todo para que lleguemos a la conclusión de que
la pobreza es un problema causado por la superpoblación del planeta. Y cuando
estas falsas teorías son apoyadas por una organización “filantrópica” no gubernamental
como es Oxfam Intermón, pues vamos y nos lo creemos.
Dicho esto, y siguiendo su lógica, sólo hay dos mareras de terminar con
la pobreza: aumentar los recursos o reducir la población. Evidentemente,
se han decantado por la segunda opción.
Todas esas medidas, como favorecer el aborto, los métodos
anticonceptivos, la eutanasia, el suicidio (especialmente entre jóvenes y
ancianos), la introducción de sustancias nocivas para la salud en los
alimentos, la promoción de pandemias como el Covid-19, la implementación de más
y más vacunas o las crisis económicas que llevan a la pobreza y a la
desesperación de las personas, están encaminadas a reducir la población.
Estamos anclados a un sistema financiero depredador que se basa en obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Este sistema sólo favorece a una pequeña élite de multimillonarios, que lo son porque explotan a 8.000 millones de personas en todo el mundo. Pero ahora tienen la tecnología y la IA y ya no nos necesitan, por consiguiente se están deshaciendo de nosotros: reducen la población, incrementan la inmigración para crear conflicto, ahogan la economía y la pobreza acaba con más población. ¡Si es que es de manual! Vamos, un “efecto cobra” de libro.
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