Desde el origen de las primeras civilizaciones, las masas pretenden
librarse del dominio que ejercen los “tíos listos” sobre ellas repitiendo una y
otra vez los mismos patrones y obteniendo los mismos nefastos resultados:
acentuar aún más su esclavitud.
La respuesta de las masas ante la tiranía es a todas luces irracional,
ya que si te quejas de tu esclavitud al amo no esperarás que sea el amo el que
te libere de la esclavitud a la que él mismo te somete. O dicho de otra manera,
si el amo vive de tu esclavitud, ¿cómo puedes ser tan ingenuo de creer que va a
ser él quien te libere de ella?
Durante los últimos 14 años, he tratado de transmitir -en este blog y
en el anteriormente censurado- la idea de que no se puede salir del estado de opresión
a la que nos tiene sometido el gobierno solicitándoselo al mismo gobierno. Y
aunque entiendo que el gobierno es sólo un simple títere a las órdenes de los
verdaderos amos del mundo, sin embargo, es el encargado de mantener a raya al
proletariado.
Hay un hecho incontestable: la total sumisión de la humanidad ante el
poder, aceptando incondicionalmente la esclavitud como su destino final, es una
realidad de hoy, de ayer y de siempre.
Hoy en día el principal problema en el mundo es la obediencia. Sí, has
leído bien, ese es nuestro mayor problema. En todos los países del mundo la
gente es obediente. Es obediente frente a la injusticia, el abuso de poder, el
hambre o la estupidez. Las cárceles están llenas de “pequeños ladrones y
asesinos” (digámoslo así, sin querer restarle importancia) mientras los grandes
ladrones y asesinos de masas no sólo no están en la cárcel, sino que gobiernan
el mundo. La obediencia es de tal calado, que millones de personas se dejan la
vida en guerras que ni les van ni les vienen por obedecer los dictados de sus
gobiernos.
El lavado de cerebro llevado a cabo de las sucesivas generaciones,
unido al adoctrinamiento ejercido en las aulas y la propaganda emitida por los
medios de comunicación han dado sus frutos. El resultado: un embrutecimiento
generalizado de las masas, para que nunca se revelen contra la élite y todos
los intentos de rebelión sean parados por el gobierno.
Según el artículo 1.2 de la Constitución Española, la soberanía
nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
Sin embargo, hoy en día el supuesto poder del pueblo se reduce a dos acciones
que son totalmente absurdas: votar y manifestarse. De hecho, votar implica “elegir”
a un nuevo amo cada cuatro años, y manifestarse, la manera más estúpida de
concentrar todo nuestro desacuerdo en un punto y acción determinada, donde,
evidentemente, el poder puede controlarlo y desactivarlo. Por consiguiente, votando y manifestándonos no cambiamos nada, sólo
cambiamos de amo esperando ingenuamente un resultado diferente.
Es por esta razón por la que el globalismo tiene prácticamente todas
las papeletas para triunfar, ya que esperar que la gente despierte del letargo
en el que lleva sumida desde tiempos inmemoriales es de una ingenuidad supina,
dada su contrastada complicidad con el sistema.
Generalmente, el descontento de la gente con sus gobernantes suele ser
manifiesto por razones obvias (el gobierno siempre oprime al pueblo). Sin
embargo, una y otra vez pretende “derrocar” al gobierno de turno reemplazándolo
por otro idéntico -con déspotas diferentes- sin cambiar un ápice el régimen
oligárquico. Por lo que reemplazar a unos gobernantes por otros, con la
esperanza de mejorar nuestras expectativas, es a todas luces una insensatez y
una estupidez como la copa de un pino.
Vamos a ver. ¿Por qué crees que la mayoría de las democracias
occidentales están ancladas en el bipartidismo? Pues, sencillamente, porque el
bipartidismo es un único partido. En España PP y PSOE, en EEUU demócratas y
republicanos o en Reino Unido laboristas y conservadores son el mismo partido,
eso sí, con diferente nombre e ideología para engañar al “populacho”. La
supuesta polarización “izquierda” vs “derecha” no es más que una maniobra
política para la división permanente de la sociedad y hacer más fácil el
trabajo de los políticos.
Querer acabar con el sistema haciendo siempre lo mismo es perder el
tiempo. Porque reemplazar un gobierno criminal por otro del mismo pelaje no
conduce a nada. Si verdaderamente quisiéramos acabar de una vez por todas con
el sistema tendríamos que empezar por eliminar todos los gobiernos.
Sólo si una mayoría lo suficientemente grande decidiera no obedecer, y
rechazar por completo el cumplimiento de cualquier mandato gubernamental, se
obtendría la libertad ante la tiranía de los gobiernos y los oligarcas que los
sustentan.
No hace falta ser muy despierto para saber quiénes nos están
exprimiendo hasta la extenuación. No, no son alienígenas ni tampoco seres con
poderes sobrenaturales. Nuestros dueños son de carne y hueso. Se sientan en los
consejos de administración de los grandes bancos y las grandes corporaciones.
Son los que dan las órdenes a los gobiernos peleles, que ellos mismos han
colocado, para que emitan decretos y promulguen leyes a su favor y no al
nuestro, arrebatándonos el fruto de nuestro trabajo y nuestras libertades.
Sólo cuando descubramos -probablemente con sorpresa y amargura- cuán
engañados estamos y cuán vanas son todas esas doctrinas, creencias e ideologías
que otros nos imponen, tendremos alguna posibilidad de dejar de ser esclavos. Se
trata de deshacernos de todo ese ruido, que no es más que un engañabobos, y
descubrir que nos bastamos nosotros solitos para decidir cómo queremos vivir.
Nuestros dueños han conseguido que la inmensa mayoría de las personas
de este hermoso planeta vivamos permanentemente asustadas, enfadadas o atormentadas.
Desde la más tierna infancia somos víctimas del miedo, la ansiedad, la ira, la
envidia, la desesperación o la paranoia que el sistema nos infunde. Pero no
sólo somos víctimas a veces, sino constantemente. O como diría José Mota: “no
pa un rato, sino pa siempre”. Esto hace que un número muy elevado de
personas acuda a las urnas o a las manifestaciones con la ingenua creencia de
que puede cambiar las cosas.
Es evidente que sólo los ingenuos todavía no se han dado cuenta de que votar no sirve para nada y que la agitación social, la protesta y las manifestaciones tampoco sirven para nada. Y es que en lo que respecta al gobierno y al Estado, nada debe creerse ni debe aceptarse sin más. Todo debe ser cuestionado y mayormente desobedecido. Pero me temo que eso es solamente una ilusión.