20 enero 2025

¿VERDADERAMENTE EXISTE DIFERENCIA ENTRE “IZQUIERDA” Y “DERECHA”?

El origen de las expresiones “izquierda” y “derecha” se remonta a los preámbulos de la Revolución Francesa, en concreto al 5 de mayo de 1789.

Ese día el Rey Luis XVI presidía la Asamblea de los Estados Generales. En aquella reunión -presagio de los acontecimientos que posteriormente se iban a desencadenar- los representantes del clero y de la nobleza se sentaron a la derecha del Presidente de la Asamblea y los representantes de la burguesía y del pueblo a su izquierda. A partir de aquel momento, a los representantes del clero y la nobleza se les adjudicó el término “derecha” y a los representantes de la burguesía y del pueblo el de “izquierda”. Y como los primeros defendían la aristocracia y la monarquía y los segundos la república y las libertades civiles, desde entonces se ha asociado a la “derecha” con las clases altas (ricos) y a la “izquierda” con las bajas (pobres).

Pero ni la gente de “izquierdas” es necesariamente pobre ni la de “derechas” necesariamente rica, y muchísimo menos los dirigentes de estas dos tendencias políticas. Sin embargo, estas etiquetas son de una eficacia absoluta a la hora de mantener dividida a la sociedad.

En la actualidad, todo el mundo es etiquetado con alguno de estos dos epítetos. Cuando alguien no comulga con las ideas de un gobierno de “derechas” automáticamente es encasillado como una persona de “izquierdas” y viceversa. Pero la cosa no termina ahí. Ahora, en estos tiempos donde todo se exagera una barbaridad, aquel que no se someta al discurso “políticamente correcto” de una u otra tendencia se le catalogará peyorativamente de extremista; es decir, de “extrema derecha” o de “extrema izquierda”.

Y digo yo. Si en el mundo de las ideas cabe todo, ¿a santo de qué las personas que tienen ideas diferentes son peyorativamente etiquetadas de esa forma? Pues muy sencillo: para ridiculizar actitudes, comportamientos y, lo más importante, para sabotear proyectos.

Salvo raras excepciones, los seres humanos queremos vivir en paz y armonía con nuestros semejantes y disponer de los recursos suficientes para poder llevar una vida digna. Esto es así en todos los lugares del mundo. De hecho, es lo que vende cada una de las ideologías políticas de “izquierda” o “derecha”. ¡Curioso! ¿Verdad? Porque si la “derecha” y la “izquierda” venden el mismo producto, lo lógico es pensar que son lo mismo.

La élite, en su afán de mantenerse indefinidamente en el poder, es la que ha diseñado este sistema “amo-esclavo”, donde el gobierno (esbirro pelele que trabaja para la élite) ejerce la función de amo y el resto de nosotros de esclavos. Evidentemente, la mejor estrategia para controlar a los esclavos siempre ha sido mantenerlos divididos (ya sabes, “divide y vencerás”). De ahí la creación de las dos tendencia políticas ficticias “izquierda” y “derecha”.

¿Te has parado a pensar por qué ningún régimen de “derechas” ni de “izquierdas” ha acabado nunca con la pobreza? Muy sencillo, porque la pobreza es la clave de la existencia de este sistema “amo-esclavo”. El amo necesita al esclavo. ¿Y qué pasa cuando el esclavo deja de ser pobre? Pues que deja también de ser esclavo. Por consiguiente, sin pobreza no hay sistema “amo-esclavo” que valga.

En el mundo de hoy los políticos “discuten” sus estúpidas agendas de “derechas” e “izquierdas”, en el circo mediático en el que se ha convertido la política, mientras el poder global del dinero (que permanece en la sombra) es el que verdaderamente sigue dando forma a la sociedad a su antojo.

Y es que desde que en 1913 se fundó la Reserva Federal (FED), un cártel bancario se ha hecho con el control del mundo. Desde entonces, el monopolio de la creación de dinero pasó por ley a manos de unos pocos banqueros de Wall Street. Posteriormente, con la creación del Banco de Pagos Internacionales (BPI), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), esta gente ha expandido su poder hasta incluir el control de la casta política.

Sólo hace falta ser un poco observador para darse cuenta de que los políticos de hoy no son más que títeres de un esperpéntico espectáculo diseñado para irritar, confundir y dividir a las masas. Si te fijas, sólo debaten (eso sí, acaloradamente) sobre cuestiones banales o personales, que dan lugar a un interminable culebrón mediático con el que entretener a las masas ignorantes. Evidentemente, estas disputas orquestadas no son baldías, ya que distraen la atención del “populacho”, para que no sea consciente de que está sometido a un sistema de control, casi imperceptible, por parte del poder global del dinero.

Eso de que nosotros, el pueblo, somos soberanos es mentira. Que los políticos que forman el gobierno son nuestros representantes, otra gran mentira. Y que la democracia es la mejor forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía, la mentira más grande de todas. Y es la más grande de todas, porque la democracia está intervenida por el poder global del dinero.

El poder global del dinero -“Estado Profundo” o como se le quiera llamar- está compuesto por una compleja red interconectada de banqueros, burócratas, agencias de inteligencia, grandes corporaciones e instituciones supranacionales que dan las órdenes a los políticos transitorios que ellos mismos colocan al frente de los gobiernos. De hecho, tanto la “izquierda progresista” como la “derecha capitalista”, que siguen con su discurso pueril para imbéciles profundos, lo único que hacen es seguir las pautas del poder global del dinero para mantener dividida a la sociedad.

¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que el paradigma “izquierda-derecha” es una farsa? Hoy en día, tanto las políticas de “izquierda” como las de “derecha” caminan en la misma dirección de llevar a buen puerto la Agenda 2030 de la ONU: mediante las políticas de “izquierda” se está desintegrando la sociedad -eso sí, disfrazando estas políticas de equidad social- mientras la “derecha”, con meras reacciones débiles, hace su papel de “oposición”.

Pero intentar abrirle los ojos a toda esa gente ideológicamente hipnotizada es como predicar en el desierto. Con esa gente no se puede razonar. Para ellos todo lo que no es rojo es azul o viceversa. Pero no es que sean rojos o azules por convicción, sino que son anti azules o anti rojos por prescripción del partido que votan. Verdaderamente alguien ha hecho muy bien su trabajo: están muy bien adoctrinados.

Para el resto, es decir, para todo aquel que todavía le funciona alguna neurona, no hay duda de que el paradigma “derecha-izquierda” no es más que una herramienta del poder global del dinero para mantener dividida a la sociedad. Y ya se sabe, una sociedad dividida es una sociedad vencida. 

10 enero 2025

UNA SOCIEDAD CADA VEZ MÁS ACOMODADA, ESTÚPIDA Y AMEDRENTADA

Un pueblo que no piensa no puede ser libre ni soberano, sólo un pelele fácil de manipular. En la actualidad, prácticamente la totalidad de la población, incluida la gente que lee libros y estudia carreras universitarias, no piensa. Por consiguiente, no es consciente de que adopta como propios pensamientos que no son suyos, sino de otros (lo hacemos todos).

Llevamos muchas décadas en una dinámica de degeneración constante de la sociedad. Nos hemos convertido en una sociedad perversa que no valora nada. Es una sociedad que confunde lo virtual con lo real, que ha cambiado el ser por el tener, que la verdad le importa un pepino y que lo único que busca es el placer inmediato.

Amén de la inestimable colaboración de los babosos medios de comunicación, vendidos al poder global del dinero, paradójicamente es el sistema educativo el que más está contribuyendo a esta degeneración.

El sistema educativo ha sido diseñado para adoctrinar e inculcar ideologías, no para formar. Esto impide que los niños desarrollen su ingenio, su talento y su espíritu crítico, y hace que salgan de las aulas convertidos en borregos muy fáciles de pastorear.

Los que peinamos canas, o ya no podemos peinarlas porque hemos perdido el pelo, estamos viendo como la mayoría de jóvenes que salen de nuestro sistema educativo prácticamente no saben expresarse con claridad, leen –si es que leen- con dificultad y casi no son capaces de escribir algo medianamente legible. Y claro está, los gobiernos están encantados, porque una población así no ofrece la más mínima resistencia ante el abuso de poder.

Veamos un claro ejemplo de cómo está cambiando el nivel intelectual de los más jóvenes en nuestro país.

El día 22 de diciembre de 2024 se efectuó como cada año el sorteo de Navidad. Tradicionalmente, son los niños del Colegio de San Ildefonso los encargados de cantar los premios. Los que tenemos cierta edad, recordamos cómo los niños de hace 50 años cantaban los premios de corrido y sin equivocarse. Sin embargo, los de hora hacen paradas constantemente, se equivocan bastante y hasta cantan dos veces el Gordo –“porque me lo ha dicho otro niño”-, tal y como explicó la niña que lo cantó.

¿Qué está pasando? ¿Es que los niños de ahora tienen un coeficiente intelectual inferior al que el tenían los niños de antes? ¿Es porque los niños actualmente en España son una mezcla de diferentes etnias y culturas? ¿O es que la educación que reciben es de peor calidad? Probablemente una mezcla de las tres cosas y alguna más. Y, por favor, que nadie me venga con la estupidez de que lo que acabo de exponer es un comentario racista o xenófobo. Esto es un hecho, nada más.

Una masa de gente cada vez más cretinizada, que fija su mirada a todas horas en la pequeña pantalla de su teléfono móvil (de ahí saca toda su “sabiduría”) y que desconoce el lenguaje adecuado para efectuar sus pensamientos (sin lenguaje no hay pensamiento), ha dado pie a la deriva totalitaria que estamos padeciendo.

Nos encontramos en una situación extremadamente crítica. Las nuevas generaciones, que cuentan con los mejores medios de toda la historia de la humanidad, albergan una mayoría de individuos cada vez más estúpidos, iletrados e ignorantes. Su coeficiente intelectual, según los últimos estudios, está descendiendo y mucho me temo que no serán capaces de afrontar los importantes retos de los nuevos tiempos.

Verdaderamente los “tíos listos” se lo han montado de fábula. Han creado toda una masa de imbéciles, cuya única percepción de la realidad ha sido meticulosamente planificada para guiarlos en cualquier dirección. Pero lo más importante, es que les han prohibido pensar y, sobre todo, juzgar. Porque si algo tienen en común los imbéciles es esa frase tan manida: “quién soy yo para juzgar”. Y es que el hecho de juzgar le está vedado al “populacho”. Sin embargo, paradójicamente nosotros admiramos y nos parecen más interesantes las personas que juzgan, que no tienen miedo a opinar y, por supuesto, que piensan. Por cierto, solemos llamarles intelectuales.

Decía el historiador inglés Henry Thomas Buckle: “Los hombres y mujeres se clasifican en tres clases o niveles de inteligencia. Se puede distinguir a la clase más baja por su costumbre de hablar siempre de las personas; a la siguiente, porque suele conversar de las cosas, y a la más alta, por su preferencia a debatir sobre las ideas”.

¿Cuántas veces debatimos sobre las ideas con familiares y amigos? Ninguna: elemental, está muy mal visto. ¿Cuántos debates sobre las ideas vemos en los medios de comunicación? Ninguno. Alguno pensará que las tertulias políticas televisivas o los debates parlamentarios son sobre las ideas. Pues no, no lo son, son sobre las personas, puesto que lo único que hacen es descalificarse unos a otros para irritar a la masa de cretinos que sigue esas tertulias y debates.

Es curioso que ahora todo es inteligente menos nosotros. Tenemos una inteligencia artificial, casas inteligentes, coches inteligentes y se habla de que en un futuro, no muy lejano, las ciudades también serán inteligentes. Aunque mucho me temo que serán cárceles inteligentes.

El ciudadano del siglo XXI se ha convertido en un ser perezoso y acomodado. No quiere esforzarse en aprender, no quiere responsabilidades y se ha dejado arrebatar sus derechos fundamentales, que tantos siglos de lucha costaron a sus ancestros, con el engaño de la democracia.

Cada día es más evidente el engaño manifiesto de la democracia. Lo que hoy llamamos democracia no es más que una herramienta de los oligarcas plutócratas para la estigmatización de las masas. Para ello se han hecho con los servicios incondicionales de unos políticos corruptos, estúpidos e ignorantes que lo único que buscan es medrar.

Vamos a ver. ¿De verdad crees que Pedro Sánchez, Emmanuel Macron, Justin Trudeau, Joe Biden o Donald Trump son los representantes del pueblo? Y lo que es aún más ridículo, ¿crees que las empresas del Ibex-35, S&P 500, Nasdaq o fondos de inversión como BlackRock y Wanguard Group van a dejar su fortuna y su futuro en manos de cualquier paleto salido del “populacho” en una elección? ¡DESPIERTA! Son ellos los que eligen a esas personas, no tú.

A las nuevas generaciones se les ha preparado para razonar, analizar y buscar información, pero no para pensar. Y, claro está, si te lo dan todo pensado te arriesgas a que te den gato por liebre. Y como muestra un botón.

El mayor experimento socio-farmacológico realizado sobre la humanidad ha sido posible gracias a la idiotización de la sociedad. Nunca antes se habían atrevido a someter a toda la población mundial a un experimento de tal calado: anulación de derechos fundamentales, aplicación de todo tipo de vejaciones y restricciones totalitarias sin sentido y la inoculación de “vacunas” experimentales para toda la población mundial.

El hecho de que la “vacunación” continúe a pesar de su comprobada nula valía, de los gravísimos efectos secundarios y un claro exceso de mortalidad en las naciones donde ha habido más inoculaciones, nos debería llevar a pensar que detrás de la “vacunación” -cuasi obligatoria- se esconde un fin perverso. Del mismo modo, eso de que ningún juez ni fiscal haya intervenido en el abuso de medidas coercitivas ilegales, y de que todos los que han criticado los confinamientos, los toques de queda, el uso de mascarillas y, sobre todo, el programa masivo de “vacunación” hayan sido calumniados y condenados al ostracismo, son la prueba irrefutable de que nunca se trató de un problema de salud, sino de una conspiración. Por cierto, la misma conspiración que se está llevando a cabo con el “cambio climático”.

Pero ahora explícaselo tú a una sociedad acomodada, estúpida y amedrentada, que sólo busca que la entretengan. 

¿VERDADERAMENTE EXISTE DIFERENCIA ENTRE “IZQUIERDA” Y “DERECHA”?

El origen de las expresiones “izquierda” y “derecha” se remonta a los preámbulos de la Revolución Francesa, en concreto al 5 de mayo de 1789...