¿Quiénes son las personas que ostentan el poder en el mundo? ¿Son las
más sabias? No, los sabios no tienen tiempo para ejercer el poder. ¿Son las más
buenas y generosas? Tampoco, las personas buenas y generosas no ansían el
poder. Entonces, ¿quiénes son? Evidentemente, son las personas más ambiciosas,
ruines y malvadas, que han creado este sistema a su imagen y semejanza.
Todas nuestras actividades han sido diseñadas únicamente para el lucro
de unos cuantos “tíos listos” -conocidos como la élite- y no para contribuir al
bienestar de la humanidad. Naturalmente,
esos “tíos listos” no son las personas más inteligentes y bondadosas del
planeta, sino todo lo contrario. Pero la gente lo entiende justo al revés de
cómo es. Cree, por ejemplo, que los líderes de los partidos políticos son los
mejores. Sin embargo, un político no se hace con el liderazgo de su partido por
sabiduría o bondad, sino porque está dispuesto a pisotear a cualquiera que se
interponga en su camino. Y esto es extrapolable a cualquier otro ámbito de este
sistema corrupto.
Nuestro
sistema, en general, valora a las personas bajo una máxima: “tanto tienes,
tanto vales”. Y eso es así, porque el único parámetro utilizado para valorar el
“éxito” del ser humano es el dinero. Dinero, por otra parte, que es creado por
los “tíos listos” de la nada, no está respaldado por nada y le dan o le quitan valor a su conveniencia.
El
principio que mueve al mundo es “obtener
el máximo beneficio financiero y en el plazo más corto posible”. Todo
está supeditado a esto. De hecho, las políticas aplicadas en las últimas
décadas están basadas en la hegemonía de las finanzas sobre los demás ámbitos en
los que se desarrolla la acción humana. Esta es la única realidad.
Este
sistema ha conseguido convertir el planeta en una mercancía y es el responsable
de las actuales crisis artificiales. Crisis, que no son producto de una
casualidad, sino el resultado de una “lógica” que, basada en el máximo
beneficio para unos pocos, ha agrandado la brecha entre pobres y ricos, está
esquilmando los recursos naturales a una velocidad de vértigo, ha precarizado
el trabajo y los salarios y ha recortado los derechos sociales conseguidos con
tanto esfuerzo por los trabajadores del mundo en los últimos 100 años.
Es
un sistema diseñado únicamente para generar dinero. La política genera dinero
al igual que la industria, la tecnología, la competitividad, la guerra, la
enfermedad, la información, la propaganda y el miedo. Pero sobre todo genera
dinero el hacer creer a la gente que necesita más de lo que realmente necesita.
Por
desgracia, el mundo nunca vivirá en paz y armonía mientras la guerra sea un
gran negocio. Tampoco estará más sano mientras la enfermedad sea más rentable
que la salud. Y seguirá gobernado por tiranos, mientras nuestra sumisión siga generando
pingües beneficios. Por lo tanto, no se puede avanzar hacia la paz y la armonía
de la sociedad sin desterrar de nuestras vidas el dinero y todo lo que
representa.
Y
ahora la pregunta del millón: ¿sabemos realmente quién maneja los hilos del
sistema en que vivimos? Carrol Quigley lo describe así en su libro “Tragedia y
Esperanza”: “La red que mueve los hilos del mundo está formada por banqueros
y capitalistas internacionales
(los “tíos listos”); es decir, el alto mundo de las finanzas. Reúnen a su
alrededor un ejército de científicos, tecnócratas, políticos y demás agentes
marioneta para hacer desde las sombras su alta política. Están interesados en
promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanta más alta sea la deuda, más
caros serán los intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno
privilegios fiscales, monopolios de servicios o contratos de obras. Si este no
acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que, al
empobrecer a la Nación, les obliga a claudicar ante lo que piden.
Obviamente,
Carrol Quigley hace un resumen muy acertado de la situación, pero el mejor
ejemplo de cómo funciona el mundo, y el papel insignificante del “populacho”,
lo hemos vivido recientemente durante la falsa pandemia.
Los
hechos ocurrieron de la siguiente manera:
Los
“tíos listos” encargaron a sus instituciones supranacionales (OMS, FEM, CFR,…)
que idearan un plan para someter a toda la población mundial a un experimento
nunca antes visto (la inoculación de “algo” a toda la humanidad). Efectivamente, desarrollaron el
plan durante el “Evento 201”, en octubre de 2019. Después, estas instituciones
supranacionales dieron las órdenes pertinentes y los protocolos a seguir a los
políticos paniaguados que ocupan los gobiernos de cada país. Pocos meses
después ya sabemos todos lo que pasó.
Lo
único que sacamos en claro durante el periodo pandémico, fue que todos los
partidos políticos, absolutamente todos, no son más que meros actores peleles
representando su papel. Lo paradójico, es que algunos de ellos ni siquiera
saben que están siendo utilizados por el poder global del dinero.
Que
yo recuerde, en España ningún partido político se opuso a la sinrazón de la
falsa pandemia, ninguno. Y de la misma manera que se utilizó a la izquierda
para implementar todas y cada una de las normas dictatoriales más absurdas,
también, más tarde, se utilizó –y se sigue utilizando- a la llamada extrema
derecha para descalificar a los verdaderos disidentes, metiéndoles en el mismo
saco.
Desde hace
décadas, una red global de instituciones público-privadas ha asumido
unilateralmente el mandato de la gobernanza mundial sin que nos hayamos
percatado de ello. Bajo su administración se está transformando el sistema
social, sanitario, económico, monetario y financiero internacional con tres
grandes propósitos: reducir drásticamente la población mundial, concentrar aún
más la riqueza y aumentar de una forma enfermiza el control sobre la población.
Lo verdaderamente
aterrador, es que disponen de los medios y la tecnología adecuada para hacerlo.
Les hemos dejado acumular tal cantidad de dinero, que pueden comprar países
enteros. Con su inagotable riqueza, han organizado y compartimentado de tal
manera la sociedad que lo tienen todo bajo control.
Esta mafia global
lo único que quiere es la consolidación de su riqueza y poder: a corto plazo,
obteniendo beneficio financiero inmediato; a medio plazo, creando futuras
ventajas financieras; y, a largo plazo, estableciendo las condiciones sociales
que les beneficie en las próximas décadas. Porque, al final, siempre se trata
de dinero, ya que en este criminal sistema el dinero es poder.
Si la mayoría de
la gente no sabe nada del Club Bilderberg, del Consejo de Relaciones
Exteriores, del Comité de los 300, del Club de Roma y de la Masonería. Si tampoco
conoce a los Rothschild, Morgan,
Warburg, Rockefeller, Lazard, Kuhn Loeb o los Carnegie. Si no ha oído hablar de
BlackRok, Wanguard Group, Charles Schwab, State Street y JP Morgan, y no
entiende realmente cuál es el cometido de la ONU, la OMS, el FEM, la OTAN o el
FMI es que no sabe realmente nada del mundo en el que vive. Esta gente, por
desgracia, sólo conoce a sus amos más cercanos, los políticos. Por cierto, una
estirpe cada vez más estúpida, mediocre e ignorante. De ahí que la decadencia del ser humano se perciba
claramente en que cada vez somos engañados por personas más incompetentes.
Evidentemente,
nosotros nunca vamos a tener acceso a toda esa vasta red de organizaciones
supranacionales que manejan los “tíos listos”. Sin embargo, esas organizaciones
sólo dan las órdenes a sus esbirros, los políticos, que son los encargados
hacerlas cumplir. Por lo tanto, los que nos están jodiendo la vida no son las
organizaciones supranacionales, sino los políticos. Y sobre los políticos sí
podemos influir. Pero no de la manera que nos han enseñado, a través del voto. Eso
es falso. El único voto útil es el que nunca entra en una urna.
¿Te has parado a
pensar que esos políticos comparten ciudades, barrios y bloques de vivienda con
nosotros? Por consiguiente, podemos actuar sobre el concejal de nuestro
Ayuntamiento que vive en el piso 4º-C de nuestro bloque. Eso sí podemos
hacerlo. Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Buena pregunta, ¿verdad?
Está claro que si aún hay alguna esperanza de cambiar el curso de las cosas no es otra que la de impulsar una desobediencia civil global en contra de este sistema criminal y toda la caterva de esbirros y “tíos listos” que lo dirigen. ¿Seremos capaces de hacerlo? Aunque la pregunta correcta sería: ¿crees que la gente siquiera se lo plantea?
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