09 octubre 2024

UN SISTEMA DISEÑADO POR Y PARA EL LUCRO DE UNOS POCOS “TÍOS LISTOS”

¿Quiénes son las personas que ostentan el poder en el mundo? ¿Son las más sabias? No, los sabios no tienen tiempo para ejercer el poder. ¿Son las más buenas y generosas? Tampoco, las personas buenas y generosas no ansían el poder. Entonces, ¿quiénes son? Evidentemente, son las personas más ambiciosas, ruines y malvadas, que han creado este sistema a su imagen y semejanza.

Todas nuestras actividades han sido diseñadas únicamente para el lucro de unos cuantos “tíos listos” -conocidos como la élite- y no para contribuir al bienestar de la humanidad. Naturalmente, esos “tíos listos” no son las personas más inteligentes y bondadosas del planeta, sino todo lo contrario. Pero la gente lo entiende justo al revés de cómo es. Cree, por ejemplo, que los líderes de los partidos políticos son los mejores. Sin embargo, un político no se hace con el liderazgo de su partido por sabiduría o bondad, sino porque está dispuesto a pisotear a cualquiera que se interponga en su camino. Y esto es extrapolable a cualquier otro ámbito de este sistema corrupto.

Nuestro sistema, en general, valora a las personas bajo una máxima: “tanto tienes, tanto vales”. Y eso es así, porque el único parámetro utilizado para valorar el “éxito” del ser humano es el dinero. Dinero, por otra parte, que es creado por los “tíos listos” de la nada, no está respaldado por nada y le dan o le quitan valor a su conveniencia.

El principio que mueve al mundo es “obtener el máximo beneficio financiero y en el plazo más corto posible”. Todo está supeditado a esto. De hecho, las políticas aplicadas en las últimas décadas están basadas en la hegemonía de las finanzas sobre los demás ámbitos en los que se desarrolla la acción humana. Esta es la única realidad.

Este sistema ha conseguido convertir el planeta en una mercancía y es el responsable de las actuales crisis artificiales. Crisis, que no son producto de una casualidad, sino el resultado de una “lógica” que, basada en el máximo beneficio para unos pocos, ha agrandado la brecha entre pobres y ricos, está esquilmando los recursos naturales a una velocidad de vértigo, ha precarizado el trabajo y los salarios y ha recortado los derechos sociales conseguidos con tanto esfuerzo por los trabajadores del mundo en los últimos 100 años.

Es un sistema diseñado únicamente para generar dinero. La política genera dinero al igual que la industria, la tecnología, la competitividad, la guerra, la enfermedad, la información, la propaganda y el miedo. Pero sobre todo genera dinero el hacer creer a la gente que necesita más de lo que realmente necesita.

Por desgracia, el mundo nunca vivirá en paz y armonía mientras la guerra sea un gran negocio. Tampoco estará más sano mientras la enfermedad sea más rentable que la salud. Y seguirá gobernado por tiranos, mientras nuestra sumisión siga generando pingües beneficios. Por lo tanto, no se puede avanzar hacia la paz y la armonía de la sociedad sin desterrar de nuestras vidas el dinero y todo lo que representa.

Y ahora la pregunta del millón: ¿sabemos realmente quién maneja los hilos del sistema en que vivimos? Carrol Quigley lo describe así en su libro “Tragedia y Esperanza”: “La red que mueve los hilos del mundo está formada por banqueros y capitalistas internacionales (los “tíos listos”); es decir, el alto mundo de las finanzas. Reúnen a su alrededor un ejército de científicos, tecnócratas, políticos y demás agentes marioneta para hacer desde las sombras su alta política. Están interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanta más alta sea la deuda, más caros serán los intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno privilegios fiscales, monopolios de servicios o contratos de obras. Si este no acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que, al empobrecer a la Nación, les obliga a claudicar ante lo que piden.

Obviamente, Carrol Quigley hace un resumen muy acertado de la situación, pero el mejor ejemplo de cómo funciona el mundo, y el papel insignificante del “populacho”, lo hemos vivido recientemente durante la falsa pandemia.

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:

Los “tíos listos” encargaron a sus instituciones supranacionales (OMS, FEM, CFR,…) que idearan un plan para someter a toda la población mundial a un experimento nunca antes visto (la inoculación de “algo” a toda la humanidad). Efectivamente, desarrollaron el plan durante el “Evento 201”, en octubre de 2019. Después, estas instituciones supranacionales dieron las órdenes pertinentes y los protocolos a seguir a los políticos paniaguados que ocupan los gobiernos de cada país. Pocos meses después ya sabemos todos lo que pasó.

Lo único que sacamos en claro durante el periodo pandémico, fue que todos los partidos políticos, absolutamente todos, no son más que meros actores peleles representando su papel. Lo paradójico, es que algunos de ellos ni siquiera saben que están siendo utilizados por el poder global del dinero.

Que yo recuerde, en España ningún partido político se opuso a la sinrazón de la falsa pandemia, ninguno. Y de la misma manera que se utilizó a la izquierda para implementar todas y cada una de las normas dictatoriales más absurdas, también, más tarde, se utilizó –y se sigue utilizando- a la llamada extrema derecha para descalificar a los verdaderos disidentes, metiéndoles en el mismo saco. 

Desde hace décadas, una red global de instituciones público-privadas ha asumido unilateralmente el mandato de la gobernanza mundial sin que nos hayamos percatado de ello. Bajo su administración se está transformando el sistema social, sanitario, económico, monetario y financiero internacional con tres grandes propósitos: reducir drásticamente la población mundial, concentrar aún más la riqueza y aumentar de una forma enfermiza el control sobre la población.

Lo verdaderamente aterrador, es que disponen de los medios y la tecnología adecuada para hacerlo. Les hemos dejado acumular tal cantidad de dinero, que pueden comprar países enteros. Con su inagotable riqueza, han organizado y compartimentado de tal manera la sociedad que lo tienen todo bajo control.

Esta mafia global lo único que quiere es la consolidación de su riqueza y poder: a corto plazo, obteniendo beneficio financiero inmediato; a medio plazo, creando futuras ventajas financieras; y, a largo plazo, estableciendo las condiciones sociales que les beneficie en las próximas décadas. Porque, al final, siempre se trata de dinero, ya que en este criminal sistema el dinero es poder.

Si la mayoría de la gente no sabe nada del Club Bilderberg, del Consejo de Relaciones Exteriores, del Comité de los 300, del Club de Roma y de la Masonería. Si tampoco conoce a los Rothschild, Morgan, Warburg, Rockefeller, Lazard, Kuhn Loeb o los Carnegie. Si no ha oído hablar de BlackRok, Wanguard Group, Charles Schwab, State Street y JP Morgan, y no entiende realmente cuál es el cometido de la ONU, la OMS, el FEM, la OTAN o el FMI es que no sabe realmente nada del mundo en el que vive. Esta gente, por desgracia, sólo conoce a sus amos más cercanos, los políticos. Por cierto, una estirpe cada vez más estúpida, mediocre e ignorante. De ahí que la decadencia del ser humano se perciba claramente en que cada vez somos engañados por personas más incompetentes.

Evidentemente, nosotros nunca vamos a tener acceso a toda esa vasta red de organizaciones supranacionales que manejan los “tíos listos”. Sin embargo, esas organizaciones sólo dan las órdenes a sus esbirros, los políticos, que son los encargados hacerlas cumplir. Por lo tanto, los que nos están jodiendo la vida no son las organizaciones supranacionales, sino los políticos. Y sobre los políticos sí podemos influir. Pero no de la manera que nos han enseñado, a través del voto. Eso es falso. El único voto útil es el que nunca entra en una urna.

¿Te has parado a pensar que esos políticos comparten ciudades, barrios y bloques de vivienda con nosotros? Por consiguiente, podemos actuar sobre el concejal de nuestro Ayuntamiento que vive en el piso 4º-C de nuestro bloque. Eso sí podemos hacerlo. Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Buena pregunta, ¿verdad?

Está claro que si aún hay alguna esperanza de cambiar el curso de las cosas no es otra que la de impulsar una desobediencia civil global en contra de este sistema criminal y toda la caterva de esbirros y “tíos listos” que lo dirigen. ¿Seremos capaces de hacerlo? Aunque la pregunta correcta sería: ¿crees que la gente siquiera se lo plantea? 

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