España
se ha convertido en el segundo país de la UE que más migrantes recibe, aproximadamente
entre 350.000 y 450.000 al año. Naturalmente, de seguir así vamos a tener consecuencias,
como las están teniendo los países que ya pasaron por esto.
Los
últimos datos revelan que en España la población ha crecido (cuando la tasa de
reposición poblacional es de 1,1, siendo la mínima necesaria 2,1) debido a la
llegada masiva de extranjeros. De hecho, ya representan el 16% de la población
del país con casi 8 millones.
La
gente tiene todo el derecho a moverse por donde quiera -algo intrínseco a la
libertad del ser humano- cosa con la que estoy totalmente de acuerdo. Ahora
bien, una cosa es hacerlo dentro de la legalidad vigente, y otra muy distinta
hacerlo en la ilegalidad. Y mira que soy contrario a todo tipo de leyes
restrictivas, pero el sistema tiene que ser coherente y consecuente.
Para
justificar esta llegada masiva de inmigrantes, Irene Montero, eurodiputada del
partido “Podemos”, dice que ninguna persona es ilegal. ¡Bravo! Una frase
preciosa pero totalmente fuera de lugar, ya que, efectivamente, ningún ser
humano es ilegal –cosa que no se discute-, lo que es ilegal es la acción de
saltarse la ley, que es muy distinto.
Todo
empezó en la década de los 80 cuando, con la excusa de importar mano de obra barata
para realizar los trabajos peor remunerados que la población autóctona no
quiere hacer, se inició una rápida transición hacia políticas migratorias en
las naciones europeas más desarrolladas. Estas políticas tuvieron un gran auge fundamentalmente
en países como el Reino Unido, Francia y Alemania, donde la idea era hacer de
estos países un ejemplo de multiculturalismo.
Sin
embargo, el tiempo ha puesto de manifiesto que el multiculturalismo es un
fracaso, como lo demuestran todos los países donde se ha producido una
migración masiva de culturas tan dispares a la autóctona. Lo único que se ha
creado en esos países son guetos en los suburbios de las grandes ciudades.
Porque, salvo raras excepciones, los migrantes no se mezclan con la población
autóctona. Y no se mezclan, porque, mayoritariamente, vienen de países
subdesarrollados que aún siguen en la Edad Media. Por poner sólo un ejemplo, en
muchos de esos países una mujer es peor tratada que una cabra. Y no es una
exageración, ni micho menos.
Han
pasado más de cuatro décadas desde que empezó la inmigración masiva en Europa
y, como era de esperar, ha tenido consecuencias.
Hablemos,
por ejemplo, de Francia: un país donde hace apenas 50 años tenía uno de los
índices de delincuencia más bajos del mundo.
Según
datos del Ministerio del Interior Francés, en Francia se producen alrededor de
100 ataques diarios con arma blanca. También se cometen más de 1.000 homicidios
y más de 90.000 agresiones sexuales al año, lo que supone un total aproximado
de 246 agresiones sexuales al día, de las cuales 76 son violaciones.
¡Joder!
¿Tan salidos están los franceses? Sinceramente no lo creo, ya que hace 50 años los
franceses ya disfrutaban de una libertad sexual muy superior a la que teníamos
en España, que vivíamos en una dictadura. Por lo tanto, no creo que se haya
producido una involución en ese sentido, y más cuando en Europa se goza de una
libertad sexual sin precedentes.
Entonces,
¿qué ha cambiado? Pues ha cambiado la demografía del país, que ahora es
“multicultural”.
En
París, más del 75% de las violaciones son cometidas por ciudadanos extranjeros
que, evidentemente, vienen de culturas todavía poco desarrolladas. Del mismo
modo, estas mismas culturas arreglan sus diferencias a través de la violencia,
con lo que el incremento de las agresiones físicas en Francia ha aumentado
hasta alcanzar la cifra de 310.000 agresiones al año.
Para
saber si esta cifra es alta o es baja, en un país con 67 millones de
habitantes, la podemos comparar con España (48 millones de habitantes), donde actualmente
tenemos unas 20.000 agresiones al año. Como podemos comprobar, la cifra de
Francia efectivamente es muy elevada.
Y
esto mismo ha sucedido en Alemania, Reino Unido, Países bajos, etc. Incluso en
la pacífica Suecia se ha disparado la criminalidad a causa de la llegada masiva
de extranjeros de otras culturas.
La
pregunta para los españoles es: ¿queremos ser Francia? Porque si seguimos
importando inmigrantes de una manera masiva y descontrolada nuestro destino va
a ser el mismo.
Hoy
en día, si a alguien se le ocurre pronunciarse en contra de la inmigración
ilegal, todos aquellos que siguen las consignas “políticamente correctas” le
tacharán de racista, xenófobo y, cómo no, de extrema derecha. Por cierto, un
invento del ser humano -como los son también la derecha, la izquierda y la
extrema izquierda- para etiquetar, encasillar y dividir a las personas.
Todos
los que estamos a favor de que la inmigración sea regulada no nos hemos
deshumanizado ni deseamos ningún mal a esos inmigrantes menores de edad. Al
contrario, lo que queremos es que vuelvan con sus padres. Lo único que decimos
es que ilegalmente no se puede venir a nuestro país. Porque todos aquellos
inmigrantes que llegan de forma regular, es decir, cumpliendo la legalidad
vigente, son bienvenidos siempre que respeten nuestras normas, nuestra cultura
y se integren sin causar problemas, y el Estado debe desarrollar políticas en
este sentido para hacerlo factible y viable.
Sin
embargo, la inmigración ilegal; es
decir, la llegada de personas a un país sin atender los requerimientos
legales de ese país, no se debe consentir, ya que, de hecho, esas personas
están vulnerando la ley.
¿Y
qué pasa cuando cometemos una ilegalidad? Pues que recae sobre nosotros todo el
peso de la ley. Si, por ejemplo, yo cojo un avión, viajo a Nueva York y me
presento en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy sin pasaporte ni visado,
no creo que me reciban con los brazos abiertos, me den alojamiento, comida y
más adelante la nacionalidad estadounidense. Lo que harán es enviarme de vuelta
a mi país, en el mejor de los casos, o bien detenerme y aplicarme la ley.
Hay
una cosa clara. Los Estados tienen unos medios increíbles para no permitir nada
que ellos no quieran. Lo pudimos comprobar durante la falsa pandemia, donde en
un abrir y cerrar de ojos nos pusieron a todos contra la pared. Por lo tanto,
si llegan inmigrantes ILEGALES es simple y llanamente porque el Estado lo
consiente, dado que si todos, incluidos los más “progres”, hablan de
inmigración ILEGAL, no hay nada que discutir, es ILEGAL y punto.
Seamos
serios. El problema de la migración viene de donde vienen todos los problemas
de la sociedad, del reparto desigual de la riqueza. Así que mientras existan
países ricos y países pobres, la migración de los segundos hacia los primeros
no va a parar. Sólo se detendrá en el momento en que el primer mundo deje de
robar los recursos al tercer mundo y se apliquen en sus países las mismas
políticas de desarrollo que en los nuestros. Porque si un nigeriano, senegalés
o marroquí tuviera en su país las mismas oportunidades y el mismo nivel de vida
que un Francés, Alemán o Español no creo que arriesgara su vida haciéndose a
alta mar en un cayuco para buscarse la vida en Europa.
Lo que está pasando no es nada que no se tuviera previsto. ¿No te das cuenta de que si el poder no quisiera nadie migraría a otro país? Todo este fenómeno de la inmigración ilegal masiva, que se está dando en todo el mundo, no es más que otro objetivo de la Agenda 2030: un proyecto que está destinado a transformar de arriba abajo la sociedad.
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