09 octubre 2024

¿INMIGRACIÓN ILEGAL O INVASIÓN CONSENTIDA?

España se ha convertido en el segundo país de la UE que más migrantes recibe, aproximadamente entre 350.000 y 450.000 al año. Naturalmente, de seguir así vamos a tener consecuencias, como las están teniendo los países que ya pasaron por esto.

Los últimos datos revelan que en España la población ha crecido (cuando la tasa de reposición poblacional es de 1,1, siendo la mínima necesaria 2,1) debido a la llegada masiva de extranjeros. De hecho, ya representan el 16% de la población del país con casi 8 millones.

La gente tiene todo el derecho a moverse por donde quiera -algo intrínseco a la libertad del ser humano- cosa con la que estoy totalmente de acuerdo. Ahora bien, una cosa es hacerlo dentro de la legalidad vigente, y otra muy distinta hacerlo en la ilegalidad. Y mira que soy contrario a todo tipo de leyes restrictivas, pero el sistema tiene que ser coherente y consecuente.

Para justificar esta llegada masiva de inmigrantes, Irene Montero, eurodiputada del partido “Podemos”, dice que ninguna persona es ilegal. ¡Bravo! Una frase preciosa pero totalmente fuera de lugar, ya que, efectivamente, ningún ser humano es ilegal –cosa que no se discute-, lo que es ilegal es la acción de saltarse la ley, que es muy distinto.

Todo empezó en la década de los 80 cuando, con la excusa de importar mano de obra barata para realizar los trabajos peor remunerados que la población autóctona no quiere hacer, se inició una rápida transición hacia políticas migratorias en las naciones europeas más desarrolladas. Estas políticas tuvieron un gran auge fundamentalmente en países como el Reino Unido, Francia y Alemania, donde la idea era hacer de estos países un ejemplo de multiculturalismo.

Sin embargo, el tiempo ha puesto de manifiesto que el multiculturalismo es un fracaso, como lo demuestran todos los países donde se ha producido una migración masiva de culturas tan dispares a la autóctona. Lo único que se ha creado en esos países son guetos en los suburbios de las grandes ciudades. Porque, salvo raras excepciones, los migrantes no se mezclan con la población autóctona. Y no se mezclan, porque, mayoritariamente, vienen de países subdesarrollados que aún siguen en la Edad Media. Por poner sólo un ejemplo, en muchos de esos países una mujer es peor tratada que una cabra. Y no es una exageración, ni micho menos.

Han pasado más de cuatro décadas desde que empezó la inmigración masiva en Europa y, como era de esperar, ha tenido consecuencias.

Hablemos, por ejemplo, de Francia: un país donde hace apenas 50 años tenía uno de los índices de delincuencia más bajos del mundo.

Según datos del Ministerio del Interior Francés, en Francia se producen alrededor de 100 ataques diarios con arma blanca. También se cometen más de 1.000 homicidios y más de 90.000 agresiones sexuales al año, lo que supone un total aproximado de 246 agresiones sexuales al día, de las cuales 76 son violaciones.

¡Joder! ¿Tan salidos están los franceses? Sinceramente no lo creo, ya que hace 50 años los franceses ya disfrutaban de una libertad sexual muy superior a la que teníamos en España, que vivíamos en una dictadura. Por lo tanto, no creo que se haya producido una involución en ese sentido, y más cuando en Europa se goza de una libertad sexual sin precedentes.

Entonces, ¿qué ha cambiado? Pues ha cambiado la demografía del país, que ahora es “multicultural”.

En París, más del 75% de las violaciones son cometidas por ciudadanos extranjeros que, evidentemente, vienen de culturas todavía poco desarrolladas. Del mismo modo, estas mismas culturas arreglan sus diferencias a través de la violencia, con lo que el incremento de las agresiones físicas en Francia ha aumentado hasta alcanzar la cifra de 310.000 agresiones al año.

Para saber si esta cifra es alta o es baja, en un país con 67 millones de habitantes, la podemos comparar con España (48 millones de habitantes), donde actualmente tenemos unas 20.000 agresiones al año. Como podemos comprobar, la cifra de Francia efectivamente es muy elevada.

Y esto mismo ha sucedido en Alemania, Reino Unido, Países bajos, etc. Incluso en la pacífica Suecia se ha disparado la criminalidad a causa de la llegada masiva de extranjeros de otras culturas.

La pregunta para los españoles es: ¿queremos ser Francia? Porque si seguimos importando inmigrantes de una manera masiva y descontrolada nuestro destino va a ser el mismo.

Hoy en día, si a alguien se le ocurre pronunciarse en contra de la inmigración ilegal, todos aquellos que siguen las consignas “políticamente correctas” le tacharán de racista, xenófobo y, cómo no, de extrema derecha. Por cierto, un invento del ser humano -como los son también la derecha, la izquierda y la extrema izquierda- para etiquetar, encasillar y dividir a las personas.

Todos los que estamos a favor de que la inmigración sea regulada no nos hemos deshumanizado ni deseamos ningún mal a esos inmigrantes menores de edad. Al contrario, lo que queremos es que vuelvan con sus padres. Lo único que decimos es que ilegalmente no se puede venir a nuestro país. Porque todos aquellos inmigrantes que llegan de forma regular, es decir, cumpliendo la legalidad vigente, son bienvenidos siempre que respeten nuestras normas, nuestra cultura y se integren sin causar problemas, y el Estado debe desarrollar políticas en este sentido para hacerlo factible y viable.

Sin embargo, la inmigración ilegal; es decir, la llegada de personas a un país sin atender los requerimientos legales de ese país, no se debe consentir, ya que, de hecho, esas personas están vulnerando la ley.

¿Y qué pasa cuando cometemos una ilegalidad? Pues que recae sobre nosotros todo el peso de la ley. Si, por ejemplo, yo cojo un avión, viajo a Nueva York y me presento en el aeropuerto John Fitzgerald Kennedy sin pasaporte ni visado, no creo que me reciban con los brazos abiertos, me den alojamiento, comida y más adelante la nacionalidad estadounidense. Lo que harán es enviarme de vuelta a mi país, en el mejor de los casos, o bien detenerme y aplicarme la ley.

Hay una cosa clara. Los Estados tienen unos medios increíbles para no permitir nada que ellos no quieran. Lo pudimos comprobar durante la falsa pandemia, donde en un abrir y cerrar de ojos nos pusieron a todos contra la pared. Por lo tanto, si llegan inmigrantes ILEGALES es simple y llanamente porque el Estado lo consiente, dado que si todos, incluidos los más “progres”, hablan de inmigración ILEGAL, no hay nada que discutir, es ILEGAL y punto.

Seamos serios. El problema de la migración viene de donde vienen todos los problemas de la sociedad, del reparto desigual de la riqueza. Así que mientras existan países ricos y países pobres, la migración de los segundos hacia los primeros no va a parar. Sólo se detendrá en el momento en que el primer mundo deje de robar los recursos al tercer mundo y se apliquen en sus países las mismas políticas de desarrollo que en los nuestros. Porque si un nigeriano, senegalés o marroquí tuviera en su país las mismas oportunidades y el mismo nivel de vida que un Francés, Alemán o Español no creo que arriesgara su vida haciéndose a alta mar en un cayuco para buscarse la vida en Europa.

Lo que está pasando no es nada que no se tuviera previsto. ¿No te das cuenta de que si el poder no quisiera nadie migraría a otro país? Todo este fenómeno de la inmigración ilegal masiva, que se está dando en todo el mundo, no es más que otro objetivo de la Agenda 2030: un proyecto que está destinado a transformar de arriba abajo la sociedad. 

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